Por: Carlos Antonio Martínez Pérez
OCDS – Comunidad Santa Teresa de Los Andes Panamá
“Ya toda me entregué y di,
y de tal suerte he trocado,
que mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.
Cuando el dulce Cazador
me tiró y dejó herida,
en los brazos del amor
mi alma quedó rendida;
y, cobrando nueva vida,
de tal manera he trocado,
que mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.
Hiriome con una flecha
enherbolada de amor,
y mi alma quedó hecha
una con su Criador;
ya yo no quiero otro amor,
pues a mi Dios me he entregado,
y mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.”
Hoy la Iglesia Universal celebra la festividad de la Transverberación de Santa Teresa de Jesús, momento en que vemos reflejado como Nuestra Santa Madre se deja arrebatar por el Señor, a tal punto que cae en éxtasis de amor y gozo en su interior.
Transverberación quiere decir: “Acción de traspasar a alguien de parte a parte con un arma u objeto puntiagudo; se aplica especialmente a los padecimientos místicos”. Esto lo vemos reflejado específicamente en el Libro de la Vida, Capítulo 29, punto 13 en donde Teresa nos habla acerca de un pequeño y hermoso ángel, que traía consigo un dardo de oro largo con un poco de fuego, a lo que le parecía, le metía el dardo en el corazón, llegándole a las entrañas. Este dolor producido, la dejaba toda abrasada de amor de Dios.
El punto que quisiera que reflexionemos sobre este acontecimiento, no es tanto el fenómeno místico como tal, Teresa incluso siente mucha pena (así lo menciona) en publicar estos sucesos; lo que debemos ver es como a pesar de nuestras miserias y debilidades, el Señor llega a nuestro encuentro para que experimentemos el amor infinito que Él tiene por sus criaturas, porque así lo expresa la Santa, ella quiere recordar con esto las mercedes que Dios obra en ella a pesar de lo mal que ella responde a tan grandes beneficios (según nos comenta).
¿Hemos sido conscientes de las maravillas que el Señor ha hecho en nuestra vida, y a la vez, hemos podido corresponder a ellas? El Señor es dueño de todas las gracias y se las da a quién quiere, pero a mi parecer cuando vienen a nuestra historia sucesos tan grandes en donde reconocemos la presencia de Dios, a tal punto que sacude nuestro ser, es como una invitación a seguir amándole y a establecer una relación más íntima y profunda con Él.
Teresa nos habla de un dolor producido por una saeta, un dolor que no es corporal, sino que va más allá, un dolor espiritual y que desea que el Señor lo dé a gustar a quien piensa que ella está mintiendo. No sé si en algún momento el Señor nos permita vivir tales grados de experiencias de amor, sin embargo, vienen a mi cabeza aquellos momentos en que nos duele o nos cuesta poder alejarnos de los vicios, los malos hábitos y las relaciones que no nos permiten volar más alto; o incluso aquellos momentos en los que las cosas no suceden como esperamos, con el pasar del tiempo podemos ver el rastro de ese Dios que siempre ha estado acompañándonos y consolándonos en medio de esos acontecimientos. Si estamos a la apertura de la escucha de Dios y de su voluntad, vendrá a nosotros el don de la gratuidad, que no es más que estar agradecidos con Dios por la misericordia que nos tiene, al sentirnos y sabernos amados por Él. De esta manera se sintió Teresa desde su conversión y no dio vuelta atrás.
Esa presencia, ese signo visible de amor incondicional en nuestras vidas es lo que hace que nos volquemos por entero hacia Él.
Para finalizar tengamos algo siempre presente: si la Suma Bondad llega a herirnos en nuestro interior, es Él mismo quien se encargará de vendar esa herida de amor. No olvidemos el pasaje de San Mateo donde dice: “Si pues, ustedes, siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡Cuánto más su Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!”.
No temamos en recibir los bienes del Señor; sino más bien tengamos la confianza de que todos estos nos van a encaminar a su encuentro y a la oportunidad de poder amar más y mejor.
Les invito a reflexionar: ¿Hemos pensado todas aquellas heridas que a lo largo del camino el Señor ha permitido en nuestras vidas, para que reorientemos la mirada y andemos juntos con Él? ¿Hemos pensado en todas aquellas situaciones que causan dolor pero que hace que nos acerquemos más al Amado? Cada uno de nosotros tenemos una historia diferente de encuentro con el Señor, pero lo único que no es diferente, es el Amor que Él siente por cada uno de nosotros.
Disfrutemos desde nuestras distintas realidades esta gran fiesta que nos invita el Carmelo y que el Señor nos conceda la gracia de permanecer fieles a su amor, de dejarnos ser instrumentos de Él y así ser auténticos cristianos. Que todo aquel que llegue a nuestra vida lo redirijamos a Cristo para poder saciar un poco su sed de amor por nosotros, así como lo ha demostrado en la Santa.
En este día los exhorto a tener en el pensamiento a Teresa de Jesús y también esta jaculatoria: “Mi Amado es para mí, y yo soy para mi Amado.”
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