Feliz año nuevo litúrgico
Con gozo iniciamos hoy un nuevo año litúrgico, y puedo compartir la alegría en la celebración de esta mañana, donde recibíamos en comunidad los saludos por este año nuevo. Es verdad que en el calendario quedan días para ese momento de abrazos, brindis, fiesta familiar, estrenar un traje nuevo y las mil tradiciones de acuerdo a las diversas culturas de nuestro mundo. Sin embargo, nosotros; hombres y mujeres creyentes, como familia estamos en un año nuevo, como Iglesia celebramos un nuevo inicio de los misterios de la vida de Jesús.
Una vez más volvemos al principio del esquema litúrgico que nos propone la Iglesia. El primer misterio es el paso de Dios por esta tierra, su Encarnación en la humanidad. Tomar conciencia de esta hermosa realidad nos ayuda a renovar el deseo de entregarnos a los demás, bajo una visión de esperanza, de crecimiento personal, comunitario y eclesial.
¿Qué son los tiempos litúrgicos?
Cada año está dividido en tiempos litúrgicos: adviento, navidad, cuaresma, pascua y tiempo ordinario. Existen tres ciclos: A, B y C. Este año corresponde el ciclo A.
Vivir el año litúrgico se nos presenta como una posibilidad de renovar nuestra vida cristiana, profundizando y haciendo vida el misterio de Cristo, tal y como se despliega a lo largo del año.
La renovación que necesitamos todos pasa por redescubrir, o mejor reencontrar, por obra del Espíritu Santo, la persona viva de Cristo. Por Él, con Él y en Él, recibimos el don inmenso de la salvación, del perdón y de la vida, y recobramos la posibilidad de conocer y glorificar al Padre. (1)
Nuestra vida cristiana se va fraguando por medio de la celebración litúrgica, y nos asegura asimilar en nuestra interioridad el misterio de la Revelación de Dios, que en su Encarnación se hace hombre, su muerte en la Cruz, es nuestra victoria contra el mal, su Resurrección nos devuelve la vida.
Este despliegue armónico de la experiencia cristiana, responde a uno de los deseos más vivos expresados por el Concilio Vaticano II, y se puede considerar como uno de los retos más importantes de la reforma litúrgica postconciliar. (2)
Adviento
1.- Tiempo de espera
El año comienza con el tiempo de Adviento, suelen ser cuatro semanas, o un poco menos, eso depende del ciclo lunar de la Semana Santa, en el cual se sitúa todo el año litúrgico. Este año la Navidad cae en un domingo, por lo tanto el adviento está constituido por tres semanas y seis días.
En el continente donde yo vivo, Europa, son unos hermosos días de otoño, donde las hojas cambian de color, y el viento provoca ese deslizamiento por los aires, embelleciendo los campos de múltiples colores. Y los árboles se quedan desnudos hasta la próxima primavera.
Esto es como una metáfora del adviento, como tiempo de espera, esa espera del Niño que viene, la Iglesia entera está llamada a vivir en clave de esperanza, de convertirse a ella, de trasmitirla al resto del mundo.
La transformación de la naturaleza es como esa transformación del alma que siente el llamado de Dios en este tiempo, a vivir un cambio, para que sea un reflejo de su amor.
Las hojas que caen del árbol, luego mueren, pero en la rama hay un rebrote que emerge en primavera, es vida nueva, hojas nuevas dentro de un ciclo.
Igual nosotros, la obra perfecta de Dios creador, pero que en el ciclo de la vida, necesita esa transformación que nos trae la conversión del corazón.
Es necesario pasar por el invierno, las noches frías, la lluvia y la nieve. Y si en la naturaleza el hielo hace posible la disminución de los microorganismos que destruyen la siembra, en nosotros las noches oscuras y el frío del corazón hacen posible la purificación de nuestra alma. Lo importante en este proceso es vivir en esperanza.
La esperanza verdadera y segura está fundamentada en la fe, en Dios amor, Padre misericordioso, que tanto amó al mundo, que le dio a su Hijo unigénito (Jn. 3,16), para que los hombres, y con ellos todas las criaturas, puedan tener vida en abundancia (cf. Jn. 10, 10). Por tanto el adviento es un tiempo favorable para descubrir una esperanza no vaga e ilusoria, sino cierta y fiable, por estar sujeta en Cristo, Dios hecho hombre, roca de nuestra salvación. (3)
Y este Dios hecho hombre es a quien esperamos durante el adviento, un Dios que se hace niño, nace en un portal, es envuelto en unos pobres pañales y la paja le da calor. Los profetas anunciaron su llegada.
Para que los niños entiendan este misterio, hablamos de celebrar el cumpleaños de Jesús. Para hacerlo, necesitamos una preparación que requiere de signos que nos ayudan.
2.- Corona de adviento
La corona de adviento es un signo que todos conocemos, y hay diversas formas ornamentales que la resaltan en nuestros templos o en el hogar, donde con cariño los padres quieren enseñar a sus hijos la importancia de la preparación del corazón para recibir al niño Jesús.
En la corona se ponen cuatro velas que vamos encendiendo domingo a domingo, semana a semana.
Hay fórmulas de bendición de la corona, y un canto que es propio en tantos lugares del mundo, y se entona cada domingo de adviento.
La corona puede bendecirse al inicio de la Misa del primer domingo, después del canto de entrada, omitiendo el acto penitencial.
3.- La luz
La corona contiene la luz, símbolo importantísimo en el tiempo de adviento. Las cuatro velas son expresión de las cuatro o casi cuatro semanas. Paulatinamente se van encendiendo en las celebraciones. Nosotras en nuestra comunidad lo hacemos todos los días en la celebración de la Misa y en vísperas.
La luz es la vida de Jesús, que viene a iluminar nuestros caminos, disminuir nuestra ceguera, enseñarnos el amor, y viene a nosotros por medio del Evangelio.
4.- La Palabra
A la luz de la Palabra vamos viviendo cada día en la profundización de este misterio de Dios hecho hombre.
La Palabra celebrada, escuchada, entregada y contemplada en los cuatro domingos de adviento intensifica en nosotros la gloria del Señor Resucitado, que viniendo en la carne de su humanidad, viene ahora y siempre en la gracia del Espíritu Santo, y vendrá en la gloria del último día. (4)
El contenido de la Palabra en los cuatro domingos de adviento es el siguiente:
I Domingo: El advenimiento del Hijo del hombre.
II Domingo: La predicación de Juan el Bautista.
III Domingo: El anuncio de las obras del Mesías.
IV Domingo: La anunciación a José. (En el ciclo A)
Hay una variación el cuarto domingo, según el ciclo del año. En el ciclo A el anuncio a José, (es lo que corresponde este año). En el ciclo B el anuncio a María, y en el ciclo C el anuncio a Isabel.
5.- Ven Señor Jesús
Utilizamos el verbo "venir". Los cantos, las antífonas, los textos bíblicos están inmersos en esta palabra del adviento. "Ven Señor, no tardes, ven que te esperamos". El Papa emérito, Benedicto XI decía que el verbo venir se presenta como un verbo teológico, incluso teologal, porque dice algo que atañe a la naturaleza misma de Dios.
Por tanto anunciar que Dios viene significa anunciar simplemente a Dios mismo, a través de uno de sus rasgos esenciales y característicos:"es el Dios-que-viene". (5)
6.- María, su madre
La presencia de María en este tiempo es preponderante, ella es la madre del fiat, la mujer que dijo "sí" a una misión encomendada por Dios, sin comprender la magnitud de lo que iba a significar para ella. Se entregó sin mayor cuestionamiento, solo una pregunta: ¿cómo será esto? Y la respuesta del ángel hizo nacer de su corazón ese "hágase" que ha transformado la vida de todos nosotros. Una respuesta que ha hecho posible el designio salvífico de toda la humanidad. Ella ofreció con su disponibilidad la colaboración humana para hacer eficaz la salvación divina.
Conclusión
Estamos todos invitados a vivir estos veintisiete días de adviento, en la certeza de una "presencia", en la espera que anima y da confianza. Preparémonos para que el amor sea lo que da sentido a nuestra vida, oriente nuestros anhelos y aspiraciones, que nuestra identidad cristiana sea un proceso continuo de crecimiento.
"Adviento es presencia, llegada, venida de la divinidad. Nos impulsa a entender el sentido del tiempo y de la historia como "kairos", como ocasión propicia para nuestra salvación. Jesús explicó esta realidad misteriosa en muchas parábolas: en la narración de los siervos invitados a esperar el regreso de su dueño; en la parábola de las vírgenes que esperan al esposo; o en las de la siembra y la siega: En la vida, el hombre está constantemente a la espera: cuando es niño quiere crecer, cuando es adulto busca la realización y el éxito; cuando es de edad avanzada aspira al merecido descanso. Pero llega el momento en que descubre que ha esperado demasiado poco si, fuera de la profesión o la posición social, no le queda nada más que esperar. La esperanza marca el camino de la humanidad, pero para los cristianos está animada por una certeza: el Señor está presente a lo largo de nuestra vida, nos acompaña y un día enjugará también nuestras lágrimas. Un día, no lejano, todo encontrará su cumplimiento en el reino de Dios, reino de justicia y de paz". (Del Papa emérito Benedicto XVI)
Oración
Señor, el tiempo es un regalo que tú nos haces, pero un regalo que se gasta, un regalo que no se conserva.
Señor, tengo tiempo, tengo todo el tiempo mío, los años de mi vida, los días de mis años, las horas de mis jornadas: son todas mías. A mi me toca llenarlas, serenamente, con calma, llenarlas todas hasta el borde, para ofrecértelas de modo que de su agua insípida, tú hagas un vino generoso.
Te pido la gracia de poder hacer, en el tiempo que me das, aquello que tú quieres que haga. (Michel Quoist)
Vivir el año litúrgico, prólogo. Francisco Martínez García.
Idem.
Adviento y Navidad - Ciclo A - Caritas española.
Calendario directorio del año litúrgico. Farnés.
Adviento y Navidad - Ciclo A . Caritas española.
Comentarios