“¿Quién puede hacerme más feliz que Dios? En Él todo lo encuentro.” Santa Teresa de Los Andes
Queridos hermanos, hoy en la familia del Carmelo celebramos con mucha alegría la festividad de Santa Teresa de Los Andes, y me gustaría compartir con ustedes algunas reflexiones que me inspira aquella joven enamorada de Jesús.
La vida de Santa Teresa de Los Andes es una expresión viva de Dios ante la necesidad que tiene el mundo de volver a valorar lo que es el sentido de la existencia. Actualmente, la vida de muchas personas está carente de esencia, arraigada en la superficialidad, en una vida materializada, en donde el valor de una persona se demuestra por la aprobación de las otras, y esto aplica en diversos casos: estatus económico, la forma en que vistamos, pensemos y actuemos, los “likes” o visualizaciones de nuestras redes, nuestra capacidad de seguir ciertas “modas”, las compañías o amistades con quienes compartamos, etc. Estamos como en una competencia continua de “quién vive más feliz” o, mejor dicho, “quién se ve que vive más feliz”, y esto, a pesar de que ha ocurrido siempre, últimamente ha cobrado más fuerza.
Sin embargo, no todo está perdido, hay quienes se atreven a desafiar esto al nadar contra corriente, y demostrar que, en la simplicidad de las cosas, está la alegría de la vida. Santa Teresa de Los Andes nos demuestra con su vida el resultado de decir un sí rotundo al llamado de Jesús.
"Cuando el amor de Dios se apodera del corazón, hace que el amor humano, aquel que se siente aún por sus padres, se transforme, se divinice por decirlo así."
Ella nos invita a no quedarnos de espectadores, sino más bien a ser protagonistas de nuestra propia historia, no para gloria nuestra sino para que seamos todo de Dios. Ella, a pesar de las dudas que tenía durante su juventud, no se quedó nunca en un estado de quietud, sino más bien, estuvo siempre determinada a encontrar cuál era su camino, es ahí donde más se encomendaba al Señor, y cuestionaba fuertemente las decisiones y actitudes que tomaba.
Tomemos el ejemplo de esta hermosa santa y también actuemos, a pesar de las contrariedades que existan. No nos quedemos estáticos dejándonos turbar por las situaciones que ocurren en el mundo, ya que el miedo seca el amor. Más bien, si nos vamos a dejar invadir por algo, que sea del amor de Dios para darlo también a los demás.
Si bien es cierto, Santa Teresa de Los Andes vivió las realidades de su época. Nosotros nos encontramos en una totalmente distinta, sin embargo, al igual que ella, nos encontramos en el momento preciso para ser esa luz de Cristo en medio de la oscuridad del mundo. Es el momento oportuno para que de la mano de Dios nos atrevamos a apostar por la santidad, así como ella durante su juventud. Este es el tiempo de que Jesús pueda irradiar a través de nosotros, y seamos testigos de cómo su voluntad sea una fragancia fresca y viva en nuestro ser.
Referente a esto, leamos a Santa Teresa de Los Andes en su carta 101 a Elisa Valdés, y adicional quiero pedirles que hagamos el ejercicio de colocar nuestro nombre, en vez de “Isabelita”:
“Que, en ese desierto de amor, Jesús encuentre un oasis en su Isabelita. Que en esas tinieblas del mundo encuentre el foco de amor de tu corazón puro. ¡Qué grande es tu misión, hermanita! Pero también es una misión de lucha continua.”
¡Y cuánta razón tiene!, esta es una lucha continua y no se detendrá. Por ello, no debemos permitir que se agoten nuestras fuerzas, y vayamos siempre a los pies del Buen Dios, quien estará a la escucha y a la apertura de nosotros. La mejor arma ante un mundo tan materializado, es el descubrimiento de la vida interior bajo la luz de Cristo, bajo la oración continua. Nuestra misión como carmelitas siempre debe ser esa, “meditar día y noche la ley del Señor”.
"Es preciso el sacrificio, la renuncia de nuestra propia voluntad para llegar a la unión completa con Nuestro Señor"
Es difícil y cuesta mucho si no estamos acostumbrados a hacerlo o si el ajetreo de lo cotidiano no nos permite tener estos espacios de amor con el Amado. Santa Teresa de Los Andes siempre se encontraba un paso adelante, por ello en la misma carta mencionada anteriormente, nos recuerda la importancia y la manera de cómo poder adentrarnos en la oración continua:
“Para vivir en esta continua oración es necesaria la mortificación de la carne, ya que, al preocuparnos de nuestras comodidades, desatendemos nuestra alma. Pero como no se nos permite mucha penitencia, mortifiquemos nuestros sentidos, de modo que, cuando deseemos mirar algo para satisfacer nuestra curiosidad, no lo hagamos. Lo mismo de los otros sentidos, en particular el gusto: no comer nada a deshora. Cuando comamos, no recrearnos y complacernos en aquello que nos agrada; comerlo ligero, sin tomarle el gusto o demorarnos harto para ir en contra del apetito.”
Santa Teresa de Los Andes nos invita a fortalecer nuestra voluntad, y estas no son palabras vacías, sino que habla desde su experiencia. Su martirio siempre fue morir a ella misma, a los egoísmos que ella sentía. Y esto para mí, es maravilloso saberlo, porque lo hace desde su cotidianidad. Ella vive a plenitud su día a día y nos muestra a través de sus escritos cuan feliz y contenta pudo ser desde donde le tocaba estar.
“Vivir siempre muy alegres.”
Les tengo una pregunta, ¿Alguna vez se han llegado a sorprender al observar el mar, la naturaleza, el actuar de los animales o de nosotros mismos? En una ocasión escuché que el ser humano se admira infinitamente de todo esto porque están creadas por un Ser infinito y por ello, nunca dejará de sorprendernos. Santa Teresa de Los Andes tenía muy claro esto, pudo contemplar la belleza de Dios en todas las cosas y así vivir siempre muy alegre durante su estancia en este mundo.
Santa Teresa de Los Andes es un don de la misericordia de Dios para su Iglesia, busquemos en ella la inspiración necesaria para continuar en este camino, y pidamos de su intercesión para:
1. No apartar los ojos de Cristo, quien debe el centro de nuestra vida.
2. Renunciar a nuestros apegos y a todo aquello que nos arrebate la alegría.
3. Estar a la escucha de Dios y cumplir su voluntad.
Oración a Santa Teresa de los Andes
Dios misericordioso, alegría de los santos, que inflamaste el corazón juvenil de Santa Teresa con el fuego del amor virginal a Cristo y a su Iglesia, y la hiciste testigo gozoso de la caridad aun en medio de los sufrimientos; concédenos, por su intercesión, que, inundados por la dulzura de tu espíritu, proclamemos en el mundo, de palabra y de obra, el evangelio del amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Carlos Antonio Martínez Pérez, ocds
Comunidad Santa Teresa de Los Andes, Ciudad de Panamá
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