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María Gloria Rubio. OCD

¿Donde estas Amado mío?

Reflexiones de Semana Santa


Con la celebración del Domingo de Ramos, hemos comenzado a vivir la semana más importante del año litúrgico: "Semana Santa", siete días anteriores a la gran solemnidad de la "Pascua". Veamos que antecede en la celebración litúrgica a estos días oscuros y cargados de intensidad.




Jesús resiste hasta el final



Los Evangelios de la V Semana de Cuaresma nos muestran a un Jesús perseguido, criticado, rechazado por el pueblo. Cuando sube a Jerusalén para la Pascua, los judíos celebraban una fiesta, y Él ofrece la salud a un enfermo y lo invita a una enmienda radical: "no peques más" (Martes). Este hombre llevaba treinta y ocho años esperando en la piscina de Betesda el movimiento del agua y alguien que compadecido de él, lo introdujera en el agua. "Levántate, toma tu camilla y echa a andar" dice Jesús, invitándolo a tomar su historia, su pasado y desde esa dura realidad de tantos años, "echar a andar" a una vida nueva. (Jn. 5, 1-18)


Al final de esta cita bíblica encontramos esta frase: "Los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque llama a Dios su propio Padre". El Evangelio del día siguiente, nos muestra nuevamente a Jesús curando a un paralítico, este milagro se vuelve contra Él porque ha faltado a un precepto de la ley: "trabajar en sábado y blasfemar". Su blasfemia es llamarse "Hijo de Dios".


El día jueves en el Evangelio Jesús dice a quienes le persiguen: "Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene de solo Dios? (Jn. 5, 43-44)


Y el día viernes (Jn. 7, 1-2 10. 25-30) el impacto de Jesús sobre sus oyentes es evidente. Sus palabras molestan porque dice la verdad. En este texto ya podemos ver la persecución de los judíos, lo buscan para matarlo. Jesús es bandera discutida, está corriendo la suerte de un Profeta, su vida en peligro.


Continuidad evangélica interrumpida


En esta V Semana de Cuaresma, hemos celebrado dos solemnidades importantes en el año litúrgico: San José (19 de Marzo) y la Anunciación a María (25 de Marzo), dos fiestas en nuestra Iglesia que no podemos quitar del tiempo de Cuaresma.

La presencia de San José es manifestación de otra faceta de la misión salvífica de Jesús, y el anuncio del ángel Gabriel a una joven virgen de Israel, es el comienzo en la tierra del misterio que celebramos esta semana.

Dios, creador de todo lo que existe se hace humano en el seno de María, viene al tiempo y al espacio, para quedarse. Sí, un Dios humanado, profeta, sacerdote eterno, el Salvador de todos, antes, en y después de su paso por esta tierra, "se ofrece a sí mismo como víctima de salvación, y nos mandó perpetuar esta ofrenda en conmemoración suya". (Prefacio I Santísima Eucaristía)


¿Dónde está este Señor del cielo y la tierra, en este siglo XXI tan convulso?


Nosotros recordamos en este Domingo de Ramos su entrada gloriosa en Jerusalén, elevamos nuestros ramos en aclamación, cantando el Hosanna al Hijo de David.



En aquellos días la multitud alfombró el camino con sus mantos. Pero se presenta también la paradoja de su fracaso público, cuando en el Templo expulsó a los vendedores por haber convertido un espacio de oración en una "cueva de bandidos".

Al día siguiente, en Betania, el gesto de María, enoja a Judas, "¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?" Judas no ha comprendido nada, en cinco días el Señor no estará con ellos, y él, acosado por el remordimiento, se quitará la vida.


Y continúa el evangelista Juan, enseñándonos la perplejidad entre sus más íntimos, los doce. (Evangelio del Martes Santo)

Jesús sabe quién lo va a entregar, y Judas cree que está haciendo lo correcto. Pedro está dispuesto a darlo todo por su Maestro, después, por miedo lo niega tres veces. El de "somos tuyos" hoy, y "no te conocemos" mañana.

Lo peor de todo, es que Jesús le había dicho a Pedro: ¿Con que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo, no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces. Cómo le conocía Jesús...cómo nos conoce.

El miércoles santo es el día de la traición, Jesús es entregado por uno de los suyos, a cambio de treinta monedas de plata. Los sumos sacerdotes encuentran al aliado perfecto en Judas para finalizar su nefasto plan. A pesar de la traición, Jesús acoge a Judas en su mesa.


¿Por qué debe suceder esto?


Vemos a Jesús presentado por los evangelistas los últimos días de su vida en la tierra, atrapado por los intereses religiosos y políticos, Él sigue diciendo lo que piensa, y haciendo el bien a pesar de todo, sin condicionamientos.

En esta primera parte de la Semana Santa, lunes, martes y miércoles, tenemos la conjetura de lo que sucederá. Jesús morirá, sí, pero ¿por qué debe suceder esto?; ¿cuál es la razón de todo su sufrimiento?. Para nosotros en este siglo XXI, ¿qué significado tiene la entrega de Jesús a la muerte de Cruz en el siglo primero?

La vida tal como la conocemos no es la razón por la que nacimos, no es el propósito de nuestra existencia. Esta vida, por buena que sea, en el mejor de los casos es un paso intermedio en el que realizamos nuestro compromiso con el Señor del universo... Esta verdad resulta cada vez más clara cuando vemos a Jesús trascender las restricciones de su tiempo y le oímos llamarnos a otra clase de vida, cuya plenitud no se encuentra en este mundo, ni para Jesús, ni para nosotros, ni para la Iglesia. (Joan Chittister-El Año Litúrgico)

Miremos la Semana Santa de Jesús, nosotros ahora vivimos la nuestra, con Él en el centro y cada uno en un lugar diferente, en una realidad única, propia. Y somos capaces de comprender el sufrimiento de Jesús, cuando descubrimos lo positivo de nuestro propio sufrimiento. A veces está la posibilidad de decir: "No, yo no sufriré esto". Pero nos damos cuenta que si no pasamos por ese dolor, no lograremos lo que más queremos en la vida. Veamos el ejemplo de una madre que da a luz; después del dolor que sufre, no hay mayor alegría para ella que acoger a su criatura en sus brazos. "Saber por qué elegimos sufrir es lo que hace soportable el sufrimiento". (J. Chittister)

El Hijo de Dios eligió sufrir la peor de las condenas de su tiempo, para salvarnos a todos. Lunes, martes y miércoles santos, "nos muestran el final que buscaba Jesús en su propia Semana Santa, la razón de que nosotros vivamos ahora la venida de su Reino". (Ibidem.)


Segunda etapa de la Semana Santa


Es un "triduum", tres días que preceden a la Pascua; jueves, viernes y sábado. Las dimensiones históricas que rodean estos tres días son escasas. Los Padres de la Iglesia de los siglos IV y comienzo del V les denominan la Pascua, la pasión de Cristo y su paso de la muerte a la Resurrección.

El hecho es que sin el triduo, todos y cada uno de estos días, que ahora vemos como parte integrante de la celebración completa de la Pascua, puede verse como elementos separados y aislados de la Semana de Pasión o incluso como parte de la Cuaresma. Pero no lo son. Desde la perspectiva de la historia moderna, es decir, del tiempo histórico que comienza con el siglo IV, son parte de la Pascua misma. (Ibid., p. 133)

Para los juedeocristianos de la Iglesia primitiva, Jesús murió el décimocuarto día del mes judío de Nisán, el día de preparación de la Pascua. A la misma hora en que los corderos eran elegidos para el sacrificio. Desde esa perspectiva, Jesús es el nuevo cordero, el Cordero Pascual. Los primeros cristianos que celebraron la Pascua en domingo, hicieron hincapié en la Resurrección, el triunfo de Jesús sobre la muerte.

El año 325, los astrónomos calcularon lo que se empezó a conocer como la "luna llena eclesiástica", por oposición a la luna llena astronómica. Desde aquel momento, la fecha eclesiástica de la Pascua cristiana ha sido siempre el domingo posterior a la luna llena astronómica que tuvo lugar en la época de la Resurrección el año 30 d.C., momento en el cual el equinoccio tuvo lugar el 20 de marzo o alrededor de esa fecha. (Ibid., p. 137)

Si eres observador de la naturaleza podras ver que cada Viernes Santo la luna está en su fase de "llena".



Esta luna llena es de Hoy Viernes Santo en España, ha sido tomada a las 6.30 de la mañana.


No importa tanto la fecha histórica de la muerte y Resurrección de Jesús, cuanto la tremenda importancia que tiene para nosotros estos tres días.

  • Jueves Santo: Es un día de emociones mixtas. Entrega de Jesús para el tiempo futuro, el comienzo de un mundo Eucarístico. La institución de la Eucaristía, Jesús establece una nueva Comunidad que permanece hasta hoy. El impacto del Jueves Santo resuena en cada celebración de la Eucaristía. El anuncio que hace Jesús a Pedro...me negarás tres veces. La entrega que hace Judas de un amigo...con un beso. El gesto incuestionable de servicio y humildad...les lavó los pies. La angustia en el Huerto de los Olivos.

  • Viernes Santo: El día más triste, Jesús es arrestado, acusado, encarcelado, juzgado, azotado, coronado de espinas, burlado como Rey. Es el día en el que, desde "una fuente; el costado de Cristo", brota la sangre de la Nueva Alianza. El día en que es abandonado por los suyos, solo el apóstol Juan permanece hasta el final. Cuando es condenado a morir en la Cruz y emprende el camino hacia el Gólgota con el madero en su espalda, allí están las mujeres, una de ellas tiene el corazón traspasado; María.

  • Sábado Santo: Es el día de María, día de gran silencio. Su Hijo se ha ofrecido a Dios como "sacrificio sin mancha". La ofrenda es también de "ella". Hay un momento en que Madre e Hijo se miran. "Entonces yo, hijo pródigo postrado en la cuneta del camino, miro a esa mujer, y veo que hay algo en sus ojos que nada tiene que ver con la mirada desconcertada de los que la acompañan. De su silencio brota un dolor profundo". (Vía Crucis de Vida Nueva Nº 3.312)


¿Dónde estás Amado?


En el Cantar de los Cantares hay un diálogo entre el Amado y la amada. Hoy, Viernes Santo, el Amado; Cristo, y la amada; el alma, se deben fundir en oración de contemplación. Y nosotros con el corazón rebosante de gratitud.

"Señor, permíteme que la gratitud que embarga hoy mi corazón, te envuelva todo entero, es lo único mío que te puedo entregar, cuando Tú has dado la vida por mí".

Hermanos míos, en este día recordamos la muerte de Cristo en la Cruz. A mí me estremece su recorrido por la vía hacia el monte de la crucificción. Me consuela su mirada al Padre.



"El que habita en el cielo sonríe" (salmo 2). Dios sonríe a Jesús, a pesar de... Él está cumpliendo la voluntad de su Padre.

  • "Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy.

  • Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión, los confines de la tierra:

  • Los gobernarás con cetro de hierro, los quebraras como jarro de loza". (Ibidem)


Elí, Elí, lemá sabaqtaní


¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado? (Salmo 21)

Parecía que su súplica al Padre, no era oída, es un grito desgarrador; el dolor de los clavos...el peso de la cruz... intenso. "A pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza Señor" (Ibidem).

Pero Tú eres mi Padre, "Señor, no te quedes lejos, fuerza mía, ven corriendo a ayudarme".



Si el dolor que sufrió Jesús estaba sostenido por su Padre...y todo dolor que permanece en la humanidad...toda Cruz presente hoy, en el siglo XXI, sólo entonces podemos comprender el sentido de este Misterio.

Mirad, mi sievo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de Él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. (Is. 52,13)

Mi vida debe cambiar el día de hoy, he sido ungida por el amor. La vida de todos nosotros hermanos se debe transformas cada Viernes Santo.


"Señor, tú has hecho este camino para que yo pueda volver a la casa de mi Padre. Volveré. Y mi Padre me cubrirá con un vestido de Gloria que, ya para siempre, cubrirá mi desnudez, mi pobreza. Y en su mesa, saciaré mi hambre". (Vía Crucis de Vida Nueva)


En esta imágen podemos ver las súplicas nuestras, simbolizadas en esas lineas blancas que se elevan hacia los pies sangrantes de Cristo en la Cruz. Ahí estamos, pidiendo el perdón, lo necesitamos.



Referencias en este artículo tomadas de:


Liturgia de las Horas. Tomo II

Revista Vida Nueva Nº 3.312

El año Litúrgico. Joan Chittister

Lecionario Bíblico Año A




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