1. Disposición inicial
El silencio es la voz de Dios. Busca en tu corazón el silencio, abre tu vida a la presencia de Dios. Él está ahí, sólo debes reconocerlo. Repite en el fondo de tu corazón: “Señor Jesús creo que estás a mi lado, te amo y quiero abrirte mi vida”.
Lee detenidamente el Poma de Teresa y reflexiona cómo has vivido esta semana tu relación con Jesús.
Poema 2
Vuestra soy, para Vos nací: ¿Qué mandáis hacer de mí?
Veis aquí mi corazón, yo le pongo en vuestra palma: mi cuerpo, mi vida y alma, mis entrañas y afición. Dulce Esposo y Redención pues por vuestra me ofrecí: ¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme muerte, dadme vida; dad salud o enfermedad, honra o deshonra me dad; dadme guerra o paz crecida, flaqueza o fuerza cumplida, que a todo digo que sí. ¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme riqueza o pobreza, dad consuelo o desconsuelo, dadme alegría o tristeza, dadme infierno o dadme cielo, vida dulce, sol sin velo: pues del todo me rendí, ¿Qué mandáis hacer de mí?
Si queréis, dadme oración; si no, dadme sequedad, si abundancia y devoción, y si no esterilidad. Soberana Majestad, sólo hallo paz aquí: ¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme Calvario o Tabor, desierto o tierra abundosa; sea Job en el dolor, o Juan que al pecho reposa; sea viña fructuosa, o estéril, si cumple así: ¿Qué mandáis hacer de mí?
2. Medita con fe y esperanza
En ocasiones podemos creer que hemos conquistado a Dios con nuestras prácticas piados o con nuestras buenas obras. Fácilmente tendemos a creernos buenos y podemos juzgar a los demás. Dios nos conocer y por eso nos ayuda para que no nos perdamos en esta tentación. Es aprender a vivir también la sequedad y el silencio de Dios. Sólo desde su ausencia reconocemos nuestra pequeñez y necesidad de Él.
Este es el momento indicado para aprender a mirar nuestro corazón con sinceridad. No se trata de qué tan adelante voy o cómo actúan los demás. Es el momento de abandonar nuestra vida en las manos de Dios para dejar que sea Él quien nos guíe.
En muchas ocasiones nos aferramos a prácticas, devociones y acciones que nos han ayudado a crecer espiritualmente. Sin embargo, Dios tiene otros caminos, y son aun mejores que los nuestros. Si logramos confiar en Él, descubriremos que siempre tiene una sorpresa para nosotros más allá de nuestros propios cálculos y razonamientos. Recuerda que Dios es más de lo que puedes pensar o sentir.
3. Reflexiona con el corazón
¿Has logrado perseverar en tu relación con Jesús o has limitado tu oración a momentos específicos?
¿Crees que ya lo conoces todo y sabes lo que debes hacer para contentar a Dios? ¿Estás seguro de que lo que le das a Dios es realmente lo que Él quiere de ti?
Sé sincero contigo mismo: ¿Eres humilde? ¿Buscas a Dios por el mismo, porque es Dios o lo buscas por tu propio beneficio, sólo para recibir de Él? ¿Tú qué le das?
4. Actúa con Amor
La obediencia forja la humildad y ayuda en el discernimiento de la voluntad de Dios. Siempre necesitamos confrontar nuestra vida interior con alguien que nos oriente.
El reto para esta ocasión es que busques un director espiritual, una persona sabia y cualificada (sacerdote, religioso(a) y laico formado) para que te acompañe en tu proceso de crecimiento.
Comentarios