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Foto del escritorBerny Ulate

El Camino de la oración III. Oración de unión

“El deseo de Dios es disposición para unirse con Dios” (San Juan de la Cruz Ll 3,26)

Cuando pensamos en la oración de unión puede venirse a nuestra mente una serie de imágenes muy elevadas que nos alejan de esta hermoso misterio del amor de Dios. Creemos con mucha facilidad que la oración de unión está reservada para un grupo selecto de personas que, alienadas de este mundo, pueden dedicarse de lleno a la contemplación. ¡Nada más alejado de la realidad!


Cristo nos invita a la unión


La oración de unión no es un invento de los místicos, es ante todo la vivencia plena de nuestro ser cristianos. Así nos invita Jesús a vivir la unión con Él:


Permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos: quien permanece en mí y yo en él dará mucho fruto; porque separados de mí no pueden hacer nada (Jn. 15, 4-5)


En Cristo Dios se ha hecho hombre y ha compartido nuestra naturaleza humana, ¡Él se ha unido a nosotros primero! Podríamos decir que la experiencia de la unión es ante todo una experiencia divina. Dios ha querido unirse a la humanidad, este ha sido siempre su proyecto y su deseo: "Padre, quiero que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy” (Jn. 17,24).


No podemos ignorar que Jesús es el más interesado en este camino de unión. ¿Te imaginas cuánto cambiaría tu oración si descubrieras esta verdad cada día? ¡Cuántas veces nos esforzamos por unirnos con Dios y cuántas veces nos frustramos por no lograrlo! Se nos olvida que Dios ya se ha unido con nostros, y como dice san Juan de la Cruz: "si el alma busca a Dios, mucho más la busca su Amado a ella" (LlB 3, 28).


¡Dios te busca a ti, simplemente porque te ama!


Aunque parezca un tema secundario, lo que está en juego aquí (en la unión de nuestra vida con Dios) es la esencia de nuestro ser cristianos. Mejor aún, la esencia de nuestro ser personas, porque "la razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios" (GS, n. 19).


La pregunta clave sería entonces, ¿si todos estamos llamados a la unión con Dios, qué es la oración de unión?




La oración de unión


Santa Teresa de Jesús hablará mucho de este tipo de oración. Ella, en las quintas moradas del Castillo Interior, nos hablará de dos tipos de unión: una mística o infusa y otra que podemos procurar con nuestras virtudes. Yo quisiera que nos centremos en la segunda, pues la primera (la mística) es un regalo de Dios que Él concede a quien Él desea. La otra es la que podemos todos conseguir si nos disponemos. Así lo dice Santa Teresa:


La verdadera unión se puede muy bien alcanzar, con el favor de nuestro Señor, si nosotros nos esforzamos en procurarla, con no tener voluntad sino atada con lo que fuere a la voluntad de Dios...

La unión que Teresa de Jesús nos invita a vivir brota de la voluntad, de nuestra capacidad de acoger la voluntad de Dios como nuestra. Más allá de cualquier deseo de experiencias místicas (muchas veces manchado con nuestro ego espiritual), la unión viene del amor pleno por Dios. Porque el amor es el que nos une a Dios haciéndonos acoger su voluntad.


La oración de unión es por eso la actitud constante del creyente de vivir en la voluntad de Dios, con docilidad amorosa, con mansedumbre fiel. Pero para alcanzar esta actitud es necesario un camino de purificación y profundización en el misterio de Dios, tal y como se lleva a cabo en la oración de meditación. Un morir a nuestra voluntad de modo que nuestra vida sea transformada por Dios. Teresa usa el ejemplo del gusano de seda que entra en su capullo y sale del él convertido en una mariposa. Y nos recuerda que esta es la principal unión:


Esta es la unión que toda mi vida he deseado; ésta es la que pido siempre a nuestro Señor y la que está más clara y segura.


¿Cómo llegar hasta ahí?


Podríamos extendernos hablando de los miles de interarios propuestos por distintos santos y maestros espirituales. O podríamos, como Teresa de Jesús y Juan del Cruz ir a la fuente.


Teresa de Jesús es muy clara y sintética, no se anda por las ramas y nos propone un camino centrado en el amor. Es un camino claro, que nos permite un discernimiento coditiano y ágil en el camino de unión:


Acá sólas estas dos [cosas] que nos pide el Señor: amor de Su Majestad y del prójimo, es en lo que hemos de trabajar. Guardándolas con perfección, hacemos su voluntad, y así estaremos unido con Él (5M 3, 7)


San Juan de la Cruz por su parte nos lleva al centro del cristianimo: el seguimiento de Jesús como actitud transformadora de la vida, que nos configura con Él. Estar unido a Jesús es estar en este mundo como el estuvo y como el estaría en cada circunstancia:

Lo primer, traiga un ordinario apetito de imitar a Cristo en todas sus cosas, conformándose con su vida, la cual debe considerar para saberla imitar y haberse en todas las cosas comose hubiera él.

Podríamos decir que es un camino sencillo, pero un camino comprometido de nuestra parte. Lo que no podemos olvidar nunca es que se trata de un camino de amor, un camino apasionado por este Dios que se ha dignado unirnos a Él.


Si no olvidamos que Él tiene la iniciativa, que Él nos busca primero, que Él nos primerea... vamos a ir poco a poco entrando en la dinámica de la gracia y descubriremos que la vida mística es siempre un don de Dios, un regalo de su bondad para con nosotros.


Una unión para servir




El estar unidos con Cristo y vivir como Él vivió no es el premio de nuestros esfuerzos, la golosina de nuestra "vida espiritual". Estar unidos con Cristo es el punto de partida de nuestro itinerario cristiano, de nuestro servicio y apostolado. Es la fuerza que dinamiza nuestra existencia y nos lanza al encuentro del hermano.


Este regalo de Dios en nuesta vida, de poder vivir como Él, abre nuestros corazones al servicio y a la entrega generosa. Unidos a Él nos unimos a cada hermano que sufre, que se siente abandonado, que está ignorado o excluido. Este es el fruto verdadero de la unión: la caridad y el servicio.


Por eso podemos decir que no se trata de un gusto espiritual que genere intimismo, sino de la fuerza dinamizadora de nuestros ser cristianos. Es el origen y la fuente de nuestro compromiso y acción pastoral. La misma doctara de la Iglesia, mujer mística y maestra de oración, Teresa de Jesús, instruirá a sus monjas -y a toda la Iglesia- sobre fin de esta unión:

Esto quiero yo, mis hermanas, que procuremos alcanzar [la unión], y no para gozar, sino para tener estas fuerzas para servir, deseemos y nos ocupemos en la oración. (7M 4, 12)

No para gozar sino para tener fuerzas en el servicio. Para eso es la unión con Dios. ¿Quieres saber si tu oración es una experiencia de unión con Dios? Es muy fácil, revisa tu compromiso y tu amor con los hermanos. Esta es la mística que nos enseñan los grandes santos del Carmelo, esta es la unión de amor que nos enseñó Jesús: Orar para servir.



 

Para reflexionar:


  • ¿Descubres que en tu camino de fe Dios siempre tiene la iniciativa?

  • ¿Cómo meditas y profundizas en la vida Jesús?

  • ¿Cómo anda tu compromiso y tu servicio?


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