Hoy Miércoles de Ceniza iniciamos un tiempo especial en el ritmo litúrgico de la Iglesia: la Cuaresma. La cuaresma es ante todo un tiempo bautismal, un momento para reflexionar sobre nuestra vida como bautizados, como seguidores de Jesús.
La Cuaresma es un tiempo reflexión, un momento especial para volver la mirada hacia nuestro interior y, al mismo tiempo, para contemplar el horizonte de nuestra vida: la Pascua.
"Rasguen sus corazones"
Estamos a punto de cumplir un año de haber iniciado la Pandemia. El mundo entero ha sufrido las consecuencias de la enfermedad, el aislamiento, el desempleo y la muerte. La fe y la esperanza son lo único que sostiene nuestros corazones ya heridos por sufrimiento y el temor.
Hoy, Miércoles de Ceniza, nos encontramos con un texto que puede parecer contradictorio en estos momentos. El profeta nos invita a "rasgar" el corazón ¿Es que no es suficiente ya el dolor que hemos vivido?
El corazón puede ser rasgado por el dolor y el sufrimiento. La depresión o la soledad pueden infringir una herida que rasga nuestro corazón. El dolor de esta herida puede llevarnos incluso a la muerte. Pero el profeta no está hablando de este tipo de herida en el corazón.
Rasgados, mas no rotos
En nuestro contexto es muy común encontrar muchos corazones rotos. Personas que han perdido la esperanza ante la pérdida de un ser querido. Parejas que han dejado de creer en el amor. Niños abandonados por aquella persona que debía cuidarle, incluso antes de nacer. Y podríamos citar muchos ejemplos más.
Sin embargo, un corazón rasgado no es lo mismo que un corazón roto. "Rasgar" el corazón, tal y como lo presenta el profeta, es camino que conduce a la vida, a la plenitud, y no al dolor. Es lo que los místicos llaman la "herida de amor". Es una herida que transforma y consume el alma en Dios para amar con todo su ser.
Hoy podríamos hablar de una herida que da vida, que crea solidaridad y que vence la indiferencia. Al estilo de la madre que rasga un trozo de pan para compartirlo con su hijo hambriento. Al estilo del Corazón de Jesús que es rasgado por la lanza para abrir el camino de salvación a toda la humanidad.
Un corazón rasgado, no es un corazón roto. Todo lo contrario. Un corazón rasgado es un corazón abierto. Es un corazón que sabe de dolor y sufrimiento, pero no se queda ahí estancado. Se ha dejado transformar por la luz que le llega desde el interior, una luz que se escapa por esa fisura que le permite volar hacia el exterior. Así como una semilla que se "rasga" para dejar brotar la vida de una nueva planta.
Dejarnos rasgar el corazón
Hoy nuestro corazón debe también ser rasgado, rasgado por el amor, la solidaridad y la ternura. Un corazón rasgado jamás es indiferente, frío o estático. Un corazón rasgado es más vivo, pues se ha dado, se ha partido para los demás. Un corazón rasgado se reparte como el Pan Eucarístico.
Un corazón rasgado, es un corazón como el de Jesús.
Para reflexionar:
¿Tu corazón está herido o rasgado?
¿Cómo podemos ayudar a sanar los corazones heridos en esta Cuaresma?
Comments