Teresita del Niño Jesús y la santa faz, tiene una relación fascinante desde muy pequeña con la Virgen María, este mes tan carmelitano deseo escribir unas pocas líneas sobre esta relación.
Teresa es curada por María
Relata Teresita su propia experiencia, la relata en tercera persona, ella no es el centro del relato sino María, su Madre del cielo en primera escena.
Teresita está postrada en cama hacía varios días, su papá muy preocupado, envía a ofrecer una novena a la Virgen María por su sanación y en medio del novenario sucede el milagro de la sanación, escuchemos a Teresita:
“Un domingo (durante el novenario de misas), … me puse a llamar muy bajito: «Mamá... mamá». Leonia, acostumbrada a oírme llamar siempre así, no hizo caso. Aquello duró un largo rato. Entonces llamé más fuerte, …seguí llamando, cada vez más fuerte: «Mamá...» Sufría mucho con aquella lucha violenta e inexplicable, y María sufría quizás todavía más que yo. Tras intentar inútilmente hacerme ver que estaba allí a mi lado, se puso de rodillas junto a mi cama con Leonia y Celina. Luego, volviéndose hacia la Santísima Virgen e invocándola con el fervor de una madre que pide la vida de su hija, María alcanzó lo que deseaba... También la pobre Teresita, al no encontrar ninguna ayuda en la tierra, se había vuelto hacia su Madre del cielo, suplicándole con toda su alma que tuviese por fin piedad de ella... De repente, la Santísima Virgen me pareció hermosa, tan hermosa, que yo nunca había visto nada tan bello. Su rostro respiraba una bondad y una ternura inefables. Pero lo que me caló hasta el fondo del alma fue la «encantadora sonrisa de la Santísima Virgen».”
Sólo basto la sonrisa de la Santísima Virgen para que Teresita recuperara la salud, quizás podemos leer entre líneas, la falta de la mamá en la vida de Teresita, que, aunque tenía a su hermana María como su madre y figura materna, buscaba constantemente a su mamá y en el momento de fragilidad y enfermedad, su grito agonizante se hacía cada vez más fuerte, buscaba y pedía a su mamá. Este evento marcó la vida de Teresita, porque vivía dudas y cuestionamientos sobre aquel momento, quizás haya sido un invento de ella, quizás la fragilidad psicoafectiva ocasionaron que ella imaginara toda la escena.
Es una lucha interior que lleva en silencio hasta su visita a Paris, a nuestra Señora de las Victorias, la gracia recibida en aquella visita sólo es comparable con el día de su primera comunión, en sus palabras, “La Santísima Virgen me hizo sentir que había sido realmente ella quien me había sonreído y curado. Comprendí que velaba por mí y que yo era su hija; y que, entonces, yo no podía darle ya otro nombre que el de «mamá», que me parecía mucho más tierno que el de Madre...”
Teresa comprometió a la Virgen María, la tomo como madre e imploró a ella que la aleje de toda impureza, y nuestra virgen María la tomó como suya, la cuidó y custodió su pureza hasta llegar su ultimo respiro, la vida de Teresita está impregnada por María; ella lo describe: “la Santísima Virgen me ayudaba a preparar el vestido de mi alma; y en cuanto ese vestido estuvo terminado, los obstáculos desaparecieron solos.” Aquí podemos quedarnos un poco para contemplar esta grandiosa mirada de Teresita.
Como María en las Bodas de Caná
María es custodia de nuestra vida, ella nos aleja de las impurezas del mundo, ella cuida y protege como a la niña de sus ojos, ella vela cada instante por nosotros, María es la siempre atenta, está dispuesta a pedir a su Hijo las veces que sean necesarias por cada uno de nosotros, sus hijos, como lo hizo en las bodas de Caná con los novios. En muchos momentos, nuestras vidas experimentan la falta de vino, que puede traducirse en amor, en unión, en caridad, pero ella ruega por nosotros para que Jesús transforme nuestro ser natural, en esa espiritualidad de confianza y amor, que es decir, transforma el agua en vino, pero no cualquier vino, sino el mejor de los vinos como nos lo dice el Evangelio de Juan 2:1-11.
Teresita nos invita también hoy a tomar a María como nuestra Madre, a comprometerla con nuestra causa y nuestros sueños, Teresita nos da ciertas características de nuestra Madre María, en su poema “Por qué te amo María”, en ese poema nos dice:
Para que una hija pueda a su madre querer,
es necesario que ésta sepa llorar con ella,
que con ella comparta sus penas y dolores.
Teresa observa a María en los relatos bíblicos, la imagina en la vida cotidiana de Nazaret, puede asomarse a los sentimientos de María al contemplar a su hijo único en la Cruz, en el camino de desierto, en la humillación y el dolor, ella escribe “Meditando tu vida tal como la describe el Evangelio, yo me atrevo a mirarte y hasta a acercarme a ti.!”; María es Madre que sabe acompañar en el silencio, que sabe caminar a lado de cada uno, comprendiendo, amando y abrazando el dolor, animando en las tristezas, porque ella misma es experta en dolor, María sabe guardar todo en su corazón, nosotros ¿Sabemos acompañar al otro en el dolor?¿somos empáticos con el hermano que sufre?¿guardo y medito todo lo que acontece en el corazón?
María apóstol incansable
María es ejemplo de vida y caridad, así nos expresa Teresita:
Al verte ir presurosa a tu prima Isabel,
de ti aprendo, María,
a practicar la caridad ardiente.
En casa de Isabel escucho, de rodillas,
el cántico sagrado, ¡oh Reina de los ángeles!,
que de tu corazón brota exaltado.
Contemplemos a María en el servicio incansable, es Madre del Salvador, aún están tibias las palabras del Angel Gabriel en la anunciación, pero ella sale, no se queda a reposar, que hasta podría justificarse en su estado, sino que sale y lleva la “buena noticia” a su prima, se pone el mandil de trabajo y comienza a servirle.
Ese arder el corazón por el servicio, es el amor que brota del mismo amor que Dios nos da y si sabemos reconocer, se desborda y derrama en caridad con los hermanos. Es una caridad acompañada de alabanza y gloria a Dios, es un canto exaltado de amor, es una caridad imitable para nosotros, es “salir” de nuestro confort, nuestros gustos y hasta nuestras excusas, para mirar más allá al que necesita, para ver el panorama completo, para no encerrarnos en nuestras comodidades, que Cristo habite en nosotros debe generar la fuerza necesaria para salir de nosotros y buscar el bien del otro, acompañando, cuidando y amando.
Aprendamos al igual que Teresita a reconocer en María un camino de santidad. ¿Estamos dispuestos a salir de nosotros? ¿arde en nuestro corazón la caridad divina?
María madre en la noche
Teresita nos muestra a María en el abandono de la fe, en el camino de noche, de oscuridad… cuantos momentos de nuestra vida pasamos por estas noches, que son profundas, que son tinieblas y hacen temblar nuestra fe, ella relata el pasaje del niño Jesús que se pierde en el templo:
Tu dulce Niño, Madre,
quieres que seas tú el ejemplo vivo
del alma que le busca
a oscuras, en la noche de la fe.
Puesto que el Rey del cielo quiso ver a su Madre
sometida a la noche,
sometida a la angustia del corazón,
¿será, acaso, merced sufrir aquí en la tierra?
¡Oh, sí…! ¡Sufrir amando es la dicha más pura!
María nos invita a buscar a Jesús, ella es la primera buscadora, la primera seguidora, la que con un corazón entregado a la voluntad del Padre, creyó en Jesús. Por ello su fiat, y su entrega como esclava del Señor. María cree en el proyecto divino, ella se entrega a la confianza absoluta, lo vemos en cada momento de su vida, desde la anunciación hasta la muerte de su Hijo. Ella estaba al pie de la Cruz, secando la sangre de su amado Hijo, seguro que sin poder comprender muchas cosas, con dolor que desgarra el interior, pero con la fuerza y la paz que dan el abandono y confianza en Dios. María nos invita a sufrir en nuestro paso por la tierra, pero saber sufrir, no es una búsqueda del sufrimiento como una actitud masoquista, sino aceptar que la vida no siempre es un jardín de flores, muchas veces nos topamos con espinas dolorosas, que cercenan nuestra carne, que desgarran nuestro ser, puede ser una enfermedad, una perdida, incontables momentos que seguro pasamos.
Teresita nos enseña a vivir esos momentos acompañados especialmente por María, que ha sufrido y pasado la noche oscura en búsqueda de su pequeño Hijo. Nosotros seremos capaces con Él también de pasarlo y sufrir amando en nuestra vida. ¿Cómo vivo mis tiempos de dolor o duelo? ¿Me confió en los brazos de María? ¿Soy consciente de la compañía de María en mi día a día?
Conclusión
En este mes tan Carmelitano y contemplando a María en nuestra Mamita del Carmen, con nuestro escapulario en el pecho, sumerjámonos en oración y silencio, hundamos nuestra cabeza en el pecho de nuestra Madre, reconociendo que no siempre somos dignos hijos suyos, y pidamos cada día junto con Teresita que ella “nos ayude a preparar el vestido de mi alma” para el encuentro con su Hijo, nuestro hermano, Jesucristo.