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Manuel Solórzano

La arabita, una mujer que permaneció en Cristo

Actualizado: 27 ago 2020

¿Has pensado alguna vez en la permanencia de Jesús a lo largo de los años? Podemos estar seguros que ha cumplido la promesa que les hizo a sus discípulos antes de partir al cielo “ yo estaré con vosotros día tras día, hasta el fin del mundo ” (Mt 28, 20). Han sido XXI siglos en los cuales Él sigue manteniendo su palabra y a pesar que el ser humano es una criatura frágil (Jr 18, 1-12) , a lo largo de estos siglos han vivido hombres y mujeres que han sido fieles a Jesús. Muchos de ellos han sido elevados a los altares y otros tantos han vivido su santidad ocultos a los ojos del mundo.


Una de estas santas es Mariam Baouardy, quien nace el 5 de enero de 1846 en Ibillin, una pequeña aldea de Galilea, a mitad de camino entre Nazareth y Haifa, en una familia que profesa el rito griego-católico. Fue bautizada y confirmada a los 10 días de nacida. Su familia procedía del Líbano, pero vivían en Tierra Santa. Dos años más tarde nace su hermano Pablo y al año siguiente mueren sus padres.



Su papá estando a punto de morir le dijo a san José, mirando una imagen suya: Gran santo, mira a mi hija. La Virgen María es su madre, dígnate velar sobre ella, sé su padre . Un tío paterno adoptó a María y una tía materna a Pablito.


Cuentan que a Mariam le regalaron dos pajaritos y, al observar que no se bañaban, ella quiso hacerles ese servicio, pero los dos murieron por el baño recibido. Ella se quedó triste y los enterró en el jardín. En ese momento, oyó una voz que le dijo: “ Así es, todo pasa. Si quieres darme tu corazón, yo estaré siempre contigo ”. Palabras que recordará toda su vida.


Cuando ella tenía 13 años su tío adoptivo la había prometido en matrimonio y debido a que se encontraba decidida a consagrarse totalmente a Dios, rechaza la proposición. El día en que debía celebrarse la boda, ella se cortó el cabello y se presentó ante los invitados con una bandeja con su cabellera y las joyas de novia, en vez de presentarles algunos dulces para tomar el té antes de la ceremonia. Su tío se enfureció por dejarlo mal ante los invitados. Para él era un deshonor y la castigó severamente. Desde ese día la trató duramente y la mandó a la cocina a trabajar, no como una hija, sino como una esclava, prohibiendole la misa y los sacramentos.


Antes este trato, Miriam busca comunicarse con su hermano por medio de una carta que desea enviarla con un musulmán, exempleado de su tío, quien la invita a cenar e intenta persuadirla que se convierta a la religión musulmana, pero Miriam reaccionó con fuerza,diciéndole: J amás, yo soy hija de la Iglesia católica, apostólica y romana y espero perseverar hasta la muerte en esta religión, que es la verdadera . Es por ello que este señor lleno de ira con una cimitarra la hiere de muerte. Con ayuda de su madre y esposa, que estaban cenando con Miriam, la envolvió en una tela, la llevaron a una callejuela oscura de las afueras y la dejaron allí para que no quedara huella de su crimen. Esto sucedió el 7 de septiembre de 1858. La herida del cuello tenía 10 centímetros de largo y un centímetro de ancho. Una arteria quedó rota como lo constatará un médico de Pau el 24 de junio de 1875.


Después de tener una visión del cielo Mariam cuenta: Me encontré en una cueva solitaria,

acostada en un pobre lecho y a mi costado había una “religiosa” que tuvo la caridad de coserme el cuello. Yo nunca la vi comer ni dormir. Siempre estaba a mi cabecera y me cuidaba con el más grande cariño y en silencio. Ella vestía un vestido azul de cielo. Su velo

era del mismo color.


Yo he visto después vestidos de muchas religiosas, pero ninguno se parecía al suyo. ¿Cuánto tiempo estuve en ese lugar? No sabría decirlo. Creo que fue como un mes. No comí nada durante ese tiempo. Algunas veces ella me humedecía los labios con una esponja blanca como la nieve. Yo dormía casi todo el tiempo.


La religiosa que la había curado le había predicho que sería hija de San José antes de ser hija de Santa Teresa, añadiendo: “Tomarás el hábito en una casa, hará la profesión en otra y morirás en una tercera, en Belén; lo que sucedió realmente”.


Para el año 1865 se encuentra ya como postulante en Francia. Una compañera de postulantado cuenta: Rezaba con una fe extraordinaria y esta fe se manifestaba en todas las cosas. Tenía una devoción especial a San José. Le gustaba el trabajo y la mortificación. Nunca faltaba al más pequeño punto de la Regla. Su humildad y sencillez eran extraordinarias. Le gustaba trabajar en la cocina . En junio de 1867 recibió el hábito en el Carmelo de Pau y recibe el nombre religioso de María de Jesús Crucificado . En el año de 1871 hizo su profesión solemne después de haber estado un año de misión en la India. También fue una de las fundadoras del convento de Belén en el año de 1875 y en el barco

que la llevaba a Belén aseguró: La “religiosa” que me curó después del martirio, sé al presente que era la Virgen María . Tres años después de fundado el convento, el 26 de agosto de 1878, a los 32 años y después de sufrir un cáncer de huesos deja este

mundo.


María de Jesús Crucificado fue beatificada por san Juan Pablo II en 1983 y canonizada por el Papa Francisco el 17 de mayo de 2015.Las siguientes son palabras del Papa Francisco en la homilía de canonización:


“... como nos ha recordado la primera Carta de san Juan: «Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en Él» (1 Jn 4, 16). Jesús lo había repetido con insistencia a sus discípulos: «Permaneced en mí… Permaneced en mi amor» (Jn 15, 4. 9). Este es el secreto de los santos: permanecer en Cristo , unidos a Él como los sarmientos a la vid, para dar mucho fruto (cf. Jn 15, 1-8). Y este fruto no es otra cosa que el amor.


También hoy ha resonado en el Evangelio la oración de Jesús la víspera de la Pasión: «Que sean uno, como nosotros» (Jn 17, 11). De este amor eterno entre el Padre y el Hijo, que se derrama en nosotros por medio del Espíritu Santo (Rm 5, 5), toman fuerza nuestra misión y nuestra comunión fraterna; de él brota siempre de nuevo la alegría de seguir al Señor en el camino de su pobreza, su virginidad y su obediencia; y ese mismo amor llama a cultivar la oración contemplativa. Lo experimentó de modo eminente la hermana María Baouardy quien, humilde y analfabeta, supo dar consejo y explicaciones teológicas con extrema claridad, fruto del diálogo continuo con el Espíritu Santo. La docilidad al Espíritu Santo también hizo de ella un instrumento de encuentro y comunión con el mundo musulmán.


Permanecer en Dios y en su amor, para anunciar con la palabra y con la vida la resurrección de Jesús, testimoniando la unidad entre nosotros y la caridad con todos. Esto es lo que hicieron las cuatro santas proclamadas hoy. Su luminoso ejemplo también interpela nuestra vida cristiana: ¿de qué modo soy testimonio de Cristo resucitado? Es una pregunta que debemos plantearnos. ¿Cómo permanezco en Él, cómo permanezco en su amor? ¿Soy capaz de «sembrar» en la familia, en el ambiente de trabajo, en mi comunidad, la semilla de la unidad que Él nos ha dado, haciéndonos partícipes de la vida trinitaria? ”


Han quedado fuera de este texto muchos episodios de la vida de María de Jesús Crucificado. Espero que estas pocas palabras les motiven a querer conocerle y es por ello que les adjuntamos un texto en el cual pueden profundizar en la vida de esta santita.


Por último, les comparto una oración que le enseñó una paloma (Espíritu Santo) a la Arabita durante el noviciado para ser santa y que ella repetía frecuente :


Espíritu Santo, inspírame,

Amor de Dios, consúmeme.

Al verdadero camino, guíame,

María, Madre mía, mírame,

y con Jesús, bendíceme.

De todo mal, de todo engaño,

y de todo peligro, presérvame. Amén.

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