De Juanita (Teresa de los Andes, más adelante) aprendemos que no necesitamos madurar físicamente ni hay edad específica para ser santos, sino madurar espiritualmente y vivir completamente llenos de experiencia de Dios.
Juanita con 19 años, y una vida por delante, tuvo como única aspiración vivir y morir consagrada totalmente a su Dios. Fue una joven que no se limitó a ser estudiante, hija, ciudadana, amiga... Ellla, impulsada por el amor, alcanzó el más alto fin de nuestra humanidad y se elevó a la santidad.
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