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JOSÉ, TRABAJADOR INCANSABLE


Hoy festejamos a San José obrero, patrono de los trabajadores. Esposo de María y Padre putativo de Jesús. Siendo un humilde carpintero, atendió con su esfuerzo y trabajo las necesidades de Jesús y María e inició al Hijo de Dios, a trabajar entre los hombres.

La fiesta de San José Obrero fue instituida en 1955 por el Papa Pío XII.  El 1 de mayo, había sido un día de reconocimiento a los trabajadores a nivel mundial, pero el Papa quiso elevar la dignidad del trabajo más allá de las ideas seculares del mismo, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo de José.

Acompañamos un día de labor de José, un hombre sencillo, humilde y justo (Mt 1.19), recorriendo las polvorientas calles, en el afán diario, seguramente se levantó muy temprano aquel día, debía ir a ver a María, su prometida, que volvió de visitar a su prima Isabel, pero al verla se topó con una gran sorpresa, María está embarazada; triste y apensumbrado retorno a su taller para trabajar, porque la jornada recién comienza; no se queda llorando su pena, su decepción, sino que entrega su concentración y esfuerzo en la labor del día.

Su oficio es la carpintería, trabaja la madera sin ningún problema; al comenzar la labor realiza su oración de agradecimiento, porque tiene un nuevo día de trabajo, su jefe y maestro es el mismo Dios. Por ello se da completamente en la labor, podríamos decir en nuestros tiempos es eficiente y eficaz en su trabajo. Pero también muestra las siguientes cualidades:

Trabajador silencioso

En la sagrada escritura, José no menciona ninguna palabra, sólo habla su actuar, su fiat a Dios es en el silencio. En Mt 1:24 nos dice: “Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer”. Y aunque no lo diga de manera explícita, podemos vislumbrar el actuar de aquel hombre justo; Dios se hacía presente en su vida y tenía la palabra definitiva en sus decisiones. Cuantas veces en su labor habrá escuchado la voz de Dios pidiendo que ayude de una y otra manera a los que más lo necesitaban, como hacer aquel techo para una familia que lo necesita en la aldea, o reparar la barca de aquellos pescadores que habían naufragado.


¿Somos conscientes que nuestro trabajo dignifica a la humanidad?, ¿Doy gracias por el trabajo que tengo?


San José, enséñanos a trabajar en silencio, con constancia y perseverancia, que seamos instrumentos de Dios para la recreación del mundo, contemplando también en nuestra labor las manos de Dios.


Trabajador Valiente

José era muy conocido en el pueblo, es un referente, el papa Francisco nos dice, “La felicidad de José no está en la lógica del auto-sacrificio, sino en el don de sí mismo. Nunca se percibe en este hombre la frustración, sino sólo la confianza. Su silencio persistente no contempla quejas, sino gestos concretos de confianza” (CARTA APOSTÓLICA PATRIS CORDE).

José es un trabajador confiado, que sabe que el resultado de su trabajo no es sólo sus fuerzas, ni sus capacidades, sino que elevado su trabajo a Dios es oración y ofrenda, y que en Dios puede hacer todo lo que le soliciten, esto trae en su vida gozo y alegría, un hombre que no se limita sólo a su oficio, sino que cuida y atiende amorosamente a su hijo, que acompaña a María en la crianza de Jesús, (Lc 2, 41-47). Puedo fácilmente imaginar a María durmiendo y a Jesús acurrucado en brazos de José, y este último despierto, atendiendo, custodiando y protegiendo de todo peligro a su mayor tesoro, su familia.


San José, enséñanos a ser trabajadores esperanzados y valientes, sabedores que en nuestras manos están nuestras familias, que sobre nuestras espaldas reposa nuestro mayor tesoro.

¿Comenzar de nuevo?

En Belén, un ángel advierte a José en un sueño: “‘Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo” (Mateo 2:13). José pudo haber perdido mucho, en Nazaret, tenía un negocio y oficio, ya tenía reputación y hasta clientela, por lo que huir a una tierra lejana significa un nuevo comienzo. Aquí recuerdo a tantos migrantes de nuestros países, que, para buscar mejores días para su familia, para proteger a sus hijos, deben recoger unas pocas cosas en medio de la noche y salir huyendo de su casa. José paso por aquello también, debió despertar a María que estaba descansando abrazada del niño, para decirle que deberán salir de aquel refugio y exponerse al desierto, a los peligros que esto representa para ella y el recién nacido.

«Para llegar a Egipto era preciso un viaje largo, el camino era escabroso, desconocido (…) sin guías, sin vituallas, sin suficientes alivios para conllevar las inclemencias de la estación y los sustos inevitables en riesgo tan inminente. (…) ¡Qué dolor! Y debe huir de su patria a un país extraño…» F. Butiñá, GLORIAS DE SAN JOSÉ.

José es un hombre valiente, que se sabe amado y cuidado por Dios, que sabe que la labor que Dios le pide no es imposible. Por ello se interna en el desierto con su esposa y su hijo recién nacido.

José fue padre y esposo antes que empresario. Su hijo fue amenazado y su primera obligación fue con Jesús y María. Su vocación pesó más que su oficio.  En nuestra cultura de consumo descontrolado, de conquista de poder y tener a costa de todo y todos, José muestra una prioridad que nada contra corriente, que no tiene miedo a comenzar de nuevo, una y otra vez, porque está asido, sujeto y sostenido por Dios. Por ello se anima y se lanza sin temor. Es un ejemplo para nosotros, ahora tan azotados por la crisis mundial y el desempleo reinante, si debemos comenzar de nuevo, podemos hacerlo si Dios está a nuestro lado, si logramos escuchar el susurro de su voz en nuestro quehacer.


¿Oro por mis hermanos inmigrantes? ¿atiendo y doy la mano a aquellos que están lejos de su patria? ¿Recuerdo en mis oraciones a los atribulados del mundo, a los desempleados y expuestos a guerras?


San José, te presentamos hoy a tantos trabajadores sin trabajos, sin oportunidad de llevar el pan diario a sus mesas, tantos trabajadores que han tenido que migrar a otras partes, que en tu Divino Hijo puedan encontrar refugio, esperanzas y ánimo para comenzar las veces que sean necesarias, sabiéndose cuidados por Dios.



Creatividad y pasión

«Y con todo permitía el Señor que a pesar de su habilidad y de su merecida fama de justo y hábil carpintero, se viera algunos días sin trabajo y sin jornal». F. Butiñá, GLORIAS DE SAN JOSÉ

Una realidad sin duda que vivió Jesús al lado de José fue la búsqueda de trabajo, podemos imaginar a Jesús joven, saliendo junto con José a buscar trabajo, negociando el jornal, sabedores que sus talentos, sus destrezas y habilidades le permitirán llevar el sustento diario a su hogar.

La alegría de compartir cada día de José y Jesús, en los caminos de Galilea, buscando el sustento, ingeniando estrategias de marketing para ofrecer sus servicios, fácilmente pudo pedir a Dios que lo sirva, que le caiga el alimento del cielo, pero no, José escogió el camino del trabajo, de cada noche caer rendido con la satisfacción de dar todo su ser en el día. Con creatividad José enseñó el valor del trabajo a Jesús, el valor del pan y el sustento, en las escrituras nos dice que Jesús “se compadeció de la multitud” y enseguida les pidió a sus discípulos que ellos les dieran de comer (Mateo 14:13-21)

José nos enseña a comprometernos en nuestras acciones laborales, sean grandes o pequeñas, para que todas aporten esperanzas a nuestra sociedad.


San José, ayúdanos a ser creativos, inventivos en nuestro diario vivir, que pongamos cada día nuestro esfuerzo y pasión para el bien de la humanidad.

Has los trabajos de Dios, que Él hará los tuyos.

José sabía que su vocación de padre y deber de esposo es lo más importante en su vida. La obediencia de José lo llevo a aceptar el misterio de Dios y dar lo mejor de sí. Él se preocupó por los deberes que Dios le asignó, con eficiencia, anteponiendo incluso su seguridad laboral. Dios lo bendijo cuidando de él y de toda la familia, sustentandoló en sus necesidades.


Aquí recuerdo a tantos agentes de pastoral que trabajan incansablemente en las parroquias, aquellos que se dan generosamente en la labor de anunciar el Reino de Dios, trabajadores que saben equilibrar su vida laboral, familiar y su quehacer pastoral con creatividad, con pasión y esperanzas en Dios. Que saben que por servir a Dios su vida no será un camino fácil, que seguro habrán problemas, dificultades y muchas noches oscuras, pero que con la ayuda de Dios podrán salir adelante, porque su vida y su labor están elevadas sólo a Dios.


Por todos los trabajadores del mundo, elevamos hoy una oración que nace del corazón agradecido, como el de San José, que sea nuestro padre José que nos lleve de la mano hasta su hijo, que sea él quien eleve nuestras oraciones, y pida a Jesús lo que verdaderamente necesitamos para seguir caminando junto a Él.








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