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María Gloria Rubio. OCD

Miércoles de Cenizas, inicio de la Cuaresma

Hay alegría en el cielo por un hijo o hija que se convierte, nuestro Padre; Dios de la misericordia, no le condena. Su perdón y amor le devuelve la alegría cada vez que regresa, como el hijo pródigo, a "casa".


Este miércoles 22 de febrero comenzamos la Cuaresma, con su característica de ayuno, penitencia y conversión. El sacramental de las cenizas es un eco de la llamada del Antiguo Testamento a "cubrirse de saco y ceniza", como acto de penitencia.


La vida es efímera y el cambio urgente, a veces perdemos el tiempo en naderías, y la cuaresma nos hace un llamado a arrepentirnos de nuestros excesos sin sentido. Debemos volver a ponernos en contacto con nuestra alma. "Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás".

La cuaresma es una llamada a la renovación de un compromiso que quizás haya perdido fuerza por culpa de una vida más marcada por la rutina que por la reflexión. Después de toda una vida de monótona regularidad o de adhesión irreflexiva de los signos visibles de la fe, la cuaresma requiere de mí, como cristiano, me detenga por un momento a reflexionar de nuevo sobre lo que está ocurriendo en mí. (1)

Y en nuestro proceso de crecimiento en la vida espiritual, los tiempos litúrgicos juegan un papel muy importante en su desarrollo, es como un recorrido circular, avanzando en el mismo paisaje litúrgico cada año, pero en la novedad de mi única y propia historia de amor con el Señor.


Y en mi caso personal, de una vivencia monástica vivida en el contexto litúrgico, con su singularidad propia de cada año. Lo primordial está en avanzar en el camino de la santidad, las conversiones del corazón, el crecimiento en el amor.

El año litúrgico es la aventura de llevar la vida cristiana a plenitud, tener el corazón alerta y el alma centrada. (2)

Cada año el Miércoles de Cenizas, nos llama de nuevo a centrar nuestra mirada en la forma como vivimos el encuentro con el Señor, y abrir nuestro corazón a la Palabra desde una llamada a la oración.


Todo el tiempo de cuaresma es una invitación a elevarnos desde nuestra humanidad, aceptando el desafío de abordar la escalera de la divinidad, para convertirnos en seres plenamente humanos, reconociendo nuestras limitaciones, "y comenzar a ser todo el resto de lo que estamos llamados a ser". (J. Chittister)




En nuestra vida cotidiana, en medio de los quehaceres; trabajo-estudios-labores domesticas, hay algo que nos altera la existencia, cuando no dejamos espacio a esa pregunta que puede generar eficacia espiritual, pero siempre que se haga en el momento preciso. Y ese momento puede ser hoy: miércoles de ceniza. La pregunta es: ¿Qué está ocurriendo en mi interioridad?


Iniciemos este tiempo penitencial con Teresa


Todos los que leemos los artículos de la plataforma de ESTEPRE, conocemos a esta gran mujer, que nos puede ayudar con su testimonio de conversión, al iniciar una vez más el tiempo litúrgico de la Cuaresma, en el recorrido circular de este año 2023.

Teresa en el libro de su Vida, escrito a sus 47 años, plasma con una sorprendente sencillez dos momentos cruciales:

  • El primero, vivido en el año 1544, y es su encuentro con una imagen de Cristo muy llagado, en el oratorio del monasterio de la Encarnación. Teresa con 29 años.

  • Y el otro momento, cuando llega a sus manos el libro de las Confesiones de San Agustín, la versión de Sebastián Toscano, publicada por primera vez en Salamanca en el año 1554.

Vamos con Teresa tras las huellas de Jesús, durante estos cuarenta días dedicados a pensar seriamente en ese acto de "reiniciar nuestra vida espiritual, una y otra vez renovada y reorientada". (J. Chittister)




1.- Arrojéme cabe Él (V. 9,1)


Esta frase, del castellano antiguo, y que para muchos de nosotros es tan familiar, y que desde su "ser" y "decir", irradia esa experiencia de conversión. Una frase de tres palabras descifradas por nosotros hoy, en el S. XXI, traducidas a nuestro lenguaje, y que han ayudado a muchas personas en todo el mundo, "atreverse" a vivir desde ellas.

Arrojéme... abandonada en Él... totalmente entregada... cautivada en sus redes. "Con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle".

Dieciocho años habían pasado desde ese encuentro, y esa imagen de Cristo estaba grabada a fuego en la memoria de Teresa. Esta imagen abrió su entendimiento para comprender la verdad. Toda ella fue inundada por la luz de Dios. La mirada de esta joven mujer se encontró con la Pasión, y sus graves dolores. Teresa se despertó de un letargo espiritual, provocado por las "ruines costumbres", dice ella.


2.- Mi espejo ha de ser...


Los santos siempre han sabido mirarse a sí, en el espejo del testimonio. Cuando viven una conversión no están solos. "Váyase a ese espejo sin mancilla" (Sab. 7,26) En ese camino de luz, la gracia, que hace posible verlo todo con los ojos del alma, es la fuerza que anima a dar los pasos necesarios.

La gracia es de Dios, Dios te conduce, en el trayecto te encuentras con otros que ya han llegado a la meta. Ellos también fueron conducidos.

Teresa, muy devota de la gloriosa Magdalena... "muy muchas veces pensaba en su conversión, en especial cuando comulgaba, que como sabía estaba allí cierto el Señor dentro de mí, poníame a sus pies, pareciéndome no eran de desechar mis lágrimas".


Cuatro años después la santa escribe en el camino de Perfección (en tercera persona) el Señor entraba en su pobre "posada", desocupabase de todas las cosas exteriores cuanto le era posible, y entrabase con Él... Considerábase a sus pies y lloraba con la Magdalena..." (C. 34, 7)


3.- Me hallaba muy bien en la oración del huerto


Allí acompañarle, limpiar aquel tan penoso sudor... "mas acuérdome que jamás osaba determinarme a hacerlo, como se me representaban mis pecados tan graves. Estábame allí lo mas que me dejaban mis pensamientos con Él, porque eran muchos los que me atormentaban". (V. 9,4)

Juan de la Cruz nos enseña, que cuando hay semejanza de amor del alma con Dios, los más pequeños pecados son un grandísimo tormento. La semejanza de amor es la conformidad con la voluntad de Dios, y según el grado de amor que coincide con el grado de purificación.


4.- Toma y lee


Muy aficionada a San Agustín, se había formado en el monasterio agustino de Santa María de Gracia, y este santo, "que había sido pecador, que en los santos que después de serlo el Señor tornó a Sí, hallaba yo mucho consuelo, pareciéndome en ellos había de hallar ayuda y que como los había el Señor perdonado, podía hacer a mí". (V. 9,7)

Cogió el libro de las Confesiones de este santo, comenzó a leer, y cuando llegó al capítulo de su conversión, esta frase "toma y lee" (3), oída por Agustín, resonó como un eco vibrante en los oídos de Teresa, y como un símil nuclear, que traspasa todas las barreras, se posesionó de su corazón, que desatado en lágrimas, con aflicción y fatiga, suplicaba a Dios le concediese salir de muerte tan mortal.

Teresa dice que muchas veces le llamaba el Señor, y tornaba a caer, "que a ellos solo una vez los había el Señor llamado y no tornaban a caer".


5.- El amor que me tenía


Qué gratificante para una persona saber que Dios le ama por sobre todo, sin importar sus pecados, por muy grandes que sean. Su misericordia es infinita, y su amor se ensancha abrazándola con ternura. "Oh, válgame Dios, cómo me espanta la reciedumbre que tuvo mi alma, con tener tantas ayudas de Dios".

Teresa ganó fuerzas, Dios oyó sus clamores, se compadeció de sus lágrimas. "Comenzóme a crecer la afición de estar más tiempo con Él y a quitarme de los ojos las ocasiones, porque, quitadas, luego me volvía a amar a su Majestad". (V. 9, 9)

El gran Rey de su corazón, a quien desde entonces solo pedía la gracia de no ofenderle, y que le perdonase sus grandes pecados.

Como los veía tan grandes, aun desear regalos ni gustos nunca de advertencia osaba. Harto me parece hacía su piedad, y con verdad hacía mucha misericordia conmigo en consentirme delante de sí y traerme a su presencia. (4)

Qué familiaridad vivía esta santa mujer con Dios, aunque su lenguaje parece difícil de entender, la expresión de una vivencia de amor es clara y precisa. Aunque grandes los pecados, nosotros sabemos que no tanto, no osaba pedir regalos espirituales, pero Dios le prodigaba esos gustos. ¿Cuántas veces en la vida, nos hemos visto nosotros, consentidos por nuestros padres o hermanos mayores, otros familiares o amigos?

Teresa, la consentida de Dios, y que le lleva a su presencia. Podemos decir, que desde este momento, esta mujer, apasionada por Dios, se lanza a velas desplegadas, en la mar de la misericordia y el consuelo, la esperanza y el amor, confianza infinita y entrega absoluta a su voluntad.

Como no estaba Su Majestad esperando sino algún aparejo en mí, fueron creciendo las mercedes espirituales de la manera que diré, cosa no usada, darlas el Señor, sino a los que están en más limpieza de conciencia. (5)

Interrumpe aquí la santa el relato narrativo para comenzar a escribir un tratado doctrinal no narrativo, hasta el capítulo 22 de Vida. "Comienza a declarar las mercedes que el Señor le hacía en la oración". (Epígrafe capítulo 10) Y pide que de ahora en adelante todo lo que escriba sea secreto.

Bendita confidencia de la santa a su confesor, que nos permite a nosotros hoy, ahondar en esos misterios del paso de Dios, y su actuar en el corazón humano. Eso, cuando nos dejamos transformar por su amor incondicional.


Desde la Palabra


Y volviendo a la pregunta, en el momento preciso, Miércoles de Cenizas, que nos permite a todos nosotros entrar en nuestra interioridad, quiero decir que, no se trata de dar una respuesta inmediata. Mas bien, se trata de reposar esa pregunta en la mente y el corazón. Y comenzar a vislumbrar la infinitud de propuestas que aparecen en el camino de la cuaresma.

  • La escritura del primer domingo, en los tres ciclos; A, B, y C, el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto nos debe recordar que nuestra lucha frente a la voluntad de poder, el deseo de poseer y la propensión al mal, solo puede lograr su triunfo cada día, si el fuego del amor de Dios nos consume.

  • El segundo domingo de Cuaresma, el relato de la Transfiguración, donde Moisés y Elias, la Ley del amor y la Profesía, nos aseguran que en el camino la vida nos exige coraje para exponer la verdad , como los profetas. Y valentía, para vivir el amor a contracorriente, a veces.

  • El tercer domingo, el relato de la Samaritana que baja al pozo y se encuentra con un Jesús que le pide agua, pero paradojicamente es Jesús quien le entrega el Agua de la Vida, saciando su sed de amor.

  • El cuarto domingo. Laetare, la Pascua está cerca, se nos invita a abandonar la ceguera espiritual y adquirir la experiencia personal suficiente para decir: "Creo Señor", incluso en todos esos espacios dificiles donde nos toca caminar.

  • Y el quinto domingo, el día del encuentro de Jesús con sus amigos en Betania, donde surge de nuevo la vida y Lázaro sale de su tumba, allí se nos manifiesta a todos el poder del amor de Dios que nos invita a salir de nuestros sepulcros y soltar las ataduras que nos impiden avanzar.


Conclusión


Para concluir, creo que el Evangelio de Marcos ilumina este momento, (Mc. 9, 14-29).

Jesús y sus discípulos bajan del monte, a la vida, a los problemas, al sufrimiento que existe, las enfermedades del cuerpo y del alma. En el monte habían vivido una experiencia de luz, resplandor, donde surge ese deseo de construir tres chosas y quedarse allí para siempre, disfrutar el encuentro que todos deseamos, donde no exista el sufrimiento.

Pero, la realidad es otra, bajemos a lo nuestro, esos afanes de cada día, y entreguemos todo, pero ¿cómo? con ayuno y oración. "Esta especie solo puede salir con oración". La oración es el secreto de todos nuestros éxitos.

Como Teresa que en un momento de su vida comprendió la grandeza de vivr una relación de amor con Dios, "un trato de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama". Hagamos así nosotros, veamos ¿quiénes somos? ¿en qué debemos convertirnos?



Este miércoles de cenizas y toda la cuaresma nos llama de nuevo a rrecorrer los caminos de los que nos hemos desviado. Centremos nuestra mirada en el centro del corazón, la septima morada donde está el Rey esperándonos. Allí encontramos "esa eternidad, la septima morada, conforme al amor con que hemos imitado la vida de nuestro buen Jesús" (F.14,5).



(1) El Año Litúrgico. Joan Chittister

(2) Ídem.

(3) En las Confesiones, libro 8º, c.12. La voz oída por Agustín fue "tolle et lege", toma y lee.

(4) Vida 9,9

(5) Ídem.


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