L pandemia por COVID-19 ha provocado un tiempo de confinamiento, de distanciamiento. Visto desde la fe, la esperanza y el amor, este tiempo es de retiro, impuesto, pero es una ocasión para redescubrir la importancia de la vida interior. Se trata de una oportunidad para crear momentos y espacios de oración. Por ejemplo, puede ayudar mucho la creación de un rincón de oración, con alguna imagen sagrada que ayude a contemplar, un lugar limpio, cuidado e íntimo, para entrar en el “hondón del ser” y encontrar a Dios. Este es el momento histórico en el que, de un modo más ineludible, oramos fraternalmente, meditamos la Escritura y ponemos en práctica la advertencia de Jesús: “Velen y oren”.
Siempre podemos «entrar en el propio cuarto, cerrar la puerta y orar al Padre, que está en lo secreto» (Mt 6,6). Santa Teresa de Jesús hablaba de entrar en el «retrete del alma», y san Juan de la Cruz canta la «interior bodega» del amado y «las subidas cavernas de la roca». Pero la reflexión que quiero compartir en esta ocasión tan especial para la familia de ESTEPRE Virtual, va de la mano del beato Francisco Palau y Quer, ocd (1811-1872), quien, como buen hijo de santa Teresa de Jesús y de san Juan de la Cruz, nos hace ver la importancia de fomentar esa mirada hacia el interior del ser, pero con la intención particular de encontrar la luz interior. Nos explica que tendríamos “frío” y que toda “acción”, por más buenos propósitos que tengamos, sería débil sin el fomento de esta luz interior.
En su Carta 6 (1851) Francisco Palau comenta que frente a virtudes “todavía flacas” la luz interior es muy débil; pero, corresponde a cada quien fomentarla, de este modo se calentará el corazón y se dará fuerza a las acciones. Si bien, ya el contexto que vivimos propicia este ejercicio espiritual ¿cómo podemos, entonces, fomentar esta luz?. Pues, el padre Palau da la siguiente guía espiritual: “medita el misterio de la encarnación, el de la redención y el de la cruz” (Carta 6, n.7). Parece ser algo muy básico y sencillo. Pero se trata de toda una lucha. Es interesante, porque la subsecuente recomendación provoca toda una conmoción por su obviedad, sencillez y humildad, aunque no siempre se practica: “En la oración interésate en general por el bien de todos los hombres. No desciendas mucho a particularidades, porque como la luz es muy débil no puedes distinguir los objetos particulares. Imita a Jesucristo en esto y hallarás un verdadero maestro y modelo de oración. Síguelo en todos sus pasos: lo verás en el desierto orando por los hombres, en el huerto de los olivos agonizando por ellos, en la predicación socorriéndoles en sus necesidades, en la cruz ofreciéndose al Padre como víctima de propiciación”. (Palau, Carta 6, n. 7). En resumidas cuentas, para fomentar la luz interior: ora en clave fraterna, ten presente a las otras personas. Es decir, darse de todo al Todo en clave fraterna: mirar hacia el interior pero, acentúo, en clave de relación fraterna.
El beato Francisco Palau sintetiza lo anterior en una frase catequética: “Amor a Dios, amor a los prójimos: este es el objeto de mi misión” (MR 12, 2). Esto es así porque la perfección consiste en el cumplimiento del precepto del amor (Dt 6,5; Mt 22,37.39). La enseñanza es muy sencilla e ineludible: no hay forma de interiorizar, de fomentar la luz interior sin que se pase por el amor fraterno. Dios al crear el corazón humano le inspiró el amor, le mandó amar. Es lo que contemplamos en la vida de Jesucristo, nuestro Señor: amar según el corazón de Dios, orar según el corazón de Dios, vivir según el corazón de Dios.
En resumidas cuentas lo que quiero aportar con esta reflexión es que, si no se fomenta la luz interior, es decir, si no se ejercita la fe, la esperanza y el amor no habrá vida santa, no habrá imitación de la vida de Jesucristo. El confinamiento, el distanciamiento social, el contexto de pandemia no limita en nada que calentemos nuestro corazón y demos fuerza a nuestras acciones.
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