Desde el pesebre de Belén, el Niño Jesús resplandece como una luz para toda la humanidad.
Hace doce días, en el calor de la comunidad reunida, se pronunciaba la Palabra de la vida, el Verbo encarnado hecho niño borra de nuestro entorno todo indicio de tristeza y amargura. La alegría de la Navidad se expresa en la celebración, el pesebre, la noche, el silencio y el canto de los villancicos.
En muchos lugares del mundo se expresa también en el signo de los regalos, la noche del 24 de diciembre.
Aquí en España existe la tradición de que los regalos de Navidad a los niños, los traen los reyes magos en la noche del 5 de enero, vísperas de la celebración de Epifanía. En esta noche se celebra la cabalgata de los reyes en diferentes lugares y ciudades, donde aparecen los reyes con los regalos para los niños. Son personas que interpretan a Baltasar, Gaspar y Melchor, con sus traje típicos y montados en dromedarios de verdad.
En nuestros pesebres de las Parroquias no faltan los tres reyes magos adorando al niño Jesús. En casa muchas familias también colocan a Baltasar, Gaspar y Melchor entregando sus regalos al Niño.
En algunos lugares del mundo las conferencias episcopales han decretado que esta fiesta se celebre el segundo domingo de Navidad, oscilando entre el 2 y el 8 de enero.
Oro, incienso y mirra
Desde su aspecto litúrgico, Epifanía se celebra en todo el mundo católico, anglicano y ortodoxo, significa "manifestación". Celebramos la llegada de los magos de Oriente a Belén, trayendo regalos al niño Jesús; oro, incienso y mirra. Cuando estos hombres pasaron por Jerusalén preguntando dónde ha nacido el rey de los Judíos, Herodes y todo su séquito, quedaron muy intranquilos por la noticia. "Herodes reunió a todos los sacerdotes principales y a los maestros de la ley, para preguntarles dónde debía nacer el Cristo. Ellos le contestaron que en Belén de Judá, ya que así lo anunció el profeta". (Mt. 2, 3-4)
Herodes pidió a los magos de Oriente que le indicaran el lugar donde ha nacido el niño, para ir él también a adorarle. Pero el verdadero deseo en el corazón de este hombre era quitar de en medio a este supuesto rey, anunciado por los profetas. Esta es la causa de la matanza de los inocentes, fiesta que celebramos el 28 de diciembre. El niño Jesús es librado de la muerte porque un ángel le avisa en sueños a José que debe huir a Egipto, porque Herodes busca al niño para matarlo. Jesús comienza a vivir la persecución desde su nacimiento.
Todos estos hechos nos llevan de la mano a un viaje profundo junto al Belén de todos los siglos y de todos los lugares del mundo. Hoy la tradición es vivir esa conexión con la manifestación de la luz de Dios, en el viaje de tres hombres, que guiados por una estrella, van con regalos a adorarle.
¿Cómo podemos vivir la Epifanía desde una perspectiva más personal?
Epifanía del corazón, manifestación de Dios en nuestras vidas
Epifanía se puede describir como una luz que pone el foco en algo exterior, es una manifestación extraordinaria en algo que podemos ver con nuestros ojos. Por ejemplo, en la zarza ardiendo del monte Sinaí, el foco está en que esa zarza arde sin consumirse, es la realidad que le permite a Moisés ver la "presencia de Dios" . Los reyes magos siguieron una luz en el cielo, lo que conocemos como la estrella de Belén. Cuando llegaron a la ciudad esa luz desapareció, la falta de luz y guía en el camino fue una amenaza también para ellos, debieron salir de la ciudad para encontrar nuevamente la estrella que los llevó hacia el niño Jesús. Después de adorarle debieron emprender el regreso a su tierra por otro camino.
Epifanía es la manifestación de Dios en una realidad presente como la zarza o la estrella.
Teilhard de Chardin, Jesuita, se inventó la palabra "diafanía", para explicar lo que significa el emerger de esa luz en la realidad misma de nuestro ser, no viene de fuera, está dentro. En el transcurso del tiempo, Dios se manifiesta en nuestras vidas, estamos habitados por su presencia. "La diafanía hace objetivamente transparentarse en la profanidad de todo hecho y de todo elemento el calor luminoso de una misma vida". (Teresa Gil-Teóloga) Es la vida que es Dios, y se manifiesta en lo más íntimo del alma.
Como hijos en el "Hijo"
Durante todo el tiempo de adviento nos hemos preparado para sincronizar nuestro reloj con el de Dios, que es el protagonista del "misterio celebrado" no solo en Navidad, sino durante todo el año. El 1 de diciembre dábamos inicio al año nuevo litúrgico, y veinticuatro días después la corona de adviento en nuestros templos, con sus cuatro velas encendidas nos hacía cantar con gozo que ya se acerca el Emmanuel.
La noche del 24 de diciembre, una vez más, la Palabra, pronunciada por todos en un lenguaje ya aprendido, "porque todo ser humano ha sido capaz de escucharla y pronunciarla. Es una palabra que suena a niño, a pesebre, a noche, a silencio. Es palabra que no soluciona problemas, ni concede deseos, sino que llora, pide cariño, calor y ternura. Suena a niño, a pobre inmigrante que nace en la periferia del mundo". (Mons. José Cobo, obispo auxiliar de Madrid)
Es el "In principio erat Verbum" que evoca el misterio de la Santísima Trinidad. Creación, Encarnación, nacimiento, en la altísima teología de los Romances de San Juan de la Cruz. El Verbo, que existía desde el principio junto a Dios, y era Dios, y se llama Hijo. Y el Padre es su cuna en la tierra.
Nosotros, centinelas y trabajadores del Reino, con nuestros carismas y fuerza, intentamos llevar a Jesús, a quienes están paralizados por la injusticia y el dolor, anunciamos que aquí está, vive, le contemplamos, está presente, ha sido visto a traves de los siglos.
"Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios"
El ser humano por sí mismo no puede ver a Dios, pero si Dios así lo quiere, puede manifestarse a sus hijos, a quién quiere, cuando quiera y como quiera. "Dios que todo lo puede, fue visto en otro tiempo por los profetas en el Espíritu, ahora es visto en el Hijo, gracias a la adopción filial y será visto en el Reino de los cielos como Padre. En efecto, el Espíritu prepara al ser humano para recibir al Hijo de Dios, el Hijo lo conduce al Padre, y el Padre en la vida eterna le da la inmortalidad, que es la consecuencia de ver a Dios". (Tratado de San Ireneo)
Nosotros somos privilegiados porque hemos nacido en la plenitud de los tiempos, vivimos en la era cristiana, nacimos en el siglo XX o XXI después del nacimiento de Jesús. El Espíritu Santo desde el día de nuestro bautismo nos prepara para vivir el encuentro con Dios. Recordemos el día de nuestra primera Comunión, la primera confesión, aquellos primeros intentos de integración en la Parroquia, grupo juvenil, coro, grupo de liturgia, acolitado, catequesis. Tantas estructuras que nos configuran con Cristo, "como hijos en el Hijo". Esa relación filial, que es total expansión de nuestro ser persona, con Dios y con los hermanos y hermanas que nos rodean.
Por el "HIjo", uno de los humanos, la humanidad entera, puede llegar a la plenitud de la filiación. Tenemos la certeza de que los caminos humanos están llamados por encima de su limitación, a la filiación divina.
Manifestación por medio de la Palabra y el don de la Fe
"Nadie pudo ver ni dar a conocer a Dios, sino que fue Él, quien se reveló. Y lo hizo mediante la fe, único medio de ver a Dios". (Carta a Diogneto)
El don de la fe es el regalo más grande que hemos recibido, también es un privilegio poder vivirlo, crecer en la fe, conocer a Dios por medio de la Palabra. Tener acceso a la Bíblia en nuestra propia lengua, buscar formas de adquirir un mayor conocimiento por medio de la exégesis, estudiar, desarrollar trabajos de investigación, o simplemente leer cada día un texto bíblico.
La fe es el único medio de ver a Dios, conocerle y establecer una relación personal con Él en la oración. Nosotros hemos nacido con ese medio a nuestro alcance, recibimos la fe gracias a nuestros padres, y en el caso de que siendo adultos buscamos integrarnos en la Iglesia católica, alguien con su testimonio de fe es luz en el camino.
"La gloria del hombre es Dios; el hombre en cambio es el receptáculo de la actuación de Dios, de toda su sabiduría y su poder". (Tratado de San Ireneo)
Gloria y alabanza al Padre, en el Hijo con el Espíritu Santo. San Ireneo dice que somos el receptáculo de la actuación de Dios, donde su sabiduría y poder necesitan ese espacio para "hacer" en nosotros, como Él quiere. No debemos nunca poner resistencia al actuar de Dios, ¿no puedo hacer yo contigo Israel lo mismo que hace este alfarero con su barro? (Jer. 18, 6)
Dejemos a Dios tejer cada día de nuestras vidas los puntos que formarán la red de su amor. Hoy estamos tan familiarizados con las redes sociales, y son un campo que ofrece muchas posibilidades para crecer espiritualmente, pero también si no lo usamos bien se puede transformar en un riesgo, una trampa que entorpece el verdadero camino de la luz. Tenemos la gracia, los dones del Espíritu Santo y una rica espiritualidad recibida, pero por sobre todo tenemos la Palabra, no olvidemos nunca que Dios se manifiesta en la Palabra, ahí está su presencia continua, como el Verbo que se hizo carne y permanece. El Verbo de Dios que ha transformado la vida de tantos hermanos y hermanas a traves de los años. Ellos son un bálsamo de amor con sus escritos, todos los santos nos han dejado en herencia su testimonio, que permanece en el transcurrir del tiempo. Su palabra está inmersa en la "Sagrada Escritura", siempre presente, manifiesta, viva, transformadora. En la Sagrada Escritura nuestros santos dan forma a su experiencia del amor de Dios.
Conclusión
Celebremos Epifanía como un llamado a buscar a Dios, levantemos los ojos, alcemos la mirada hacia la inmensidad del firmamento, en lo más alto y profundo encontraremos al verdadero amor, lleno de vida y de luz. Mirar hacia arriba es hacerlo en lo profundo del corazón, allí donde está la Morada principal del Castillo interior.
Dios se manifiesta a cada uno de nosotros siempre, en la "diafanía" del amor, donde la luz no viene de fuera, está dentro, va a emerger su "Presencia" en la realidad misma de mi ser, para vivir en plenitud.
Oración
Os invito a orar con San Agustín
Señor, tu Morada está aquí, habita en mi corazón. Desde ahí me ves, desde ahí me has creado, me llamas, me guías, me conduces al puerto. Tú tienes en lo más alto de los cielos una morada invisible, y posees también una tienda sobre la tierra. Tu tienda es la Iglesia aun itinerante. Es aquí donde quiero buscarte, en esta tienda se encuentra el camino que conduce a tu Morada. En ésta, tu casa hay una fiesta perpetua. La armonía de esta fiesta encanta el oído del que camina por esta tienda, y contempla las maravillas realizadas por Ti, para la redención de todos.
Y así gustamos ya una secreta dulzura, podemos vislumbrar ya, con lo más alto de nuestro espíritu, la vida que no cambia (...) ¿Por qué, pues, te turbas, alma mía? Y el alma responde en lo secreto: "¿Estoy, quizás, desde ahora, en seguro? ¿Quizas el demonio, mi enemigo, no me espía? ¿Y quieres que no me inquiete, estando todavía exiliada lejos de la casa de Dios?". Espera, alma mía, en Dios.
Referencia bibliográfica:
Liturgia de las Horas - tomo I
Comentario de la Palabra - Mons. José Cobo
Lectio Divina - Tiempo de Navidad
Referencia testimonial:
Conferencia de Teresa Gil - Teóloga
Sobre la vida de Teilhard de Chardin
Comments