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Foto del escritorBriggite Avila

Elías el profeta que alcanzó la cumbre del encuentro con Dios

El profetismo es un estilo de vida que nos enseña a mirar, sentir y actuar desde el corazón de Dios. En esta fiesta de san Elías, figura del profetismo y que da origen a la espiritualidad del Carmelo, queremos presentarte un panorama sobre su vida, para que a ejemplo de él, perseveres en tu camino de fe y no temas llegar a la cumbre del encuentro con Dios.


El Profetismo


Se sabe que en el Medio Oriente surgió el “profetismo extrabíblico” como un movimiento caracterizado por la adivinación y la magia. Este fenómeno expresaba la necesidad del hombre de conocer el futuro y modificarlo si fuera necesario; así como remediar en el momento algún mal, por ejemplo: la enfermedad, la escasez, la guerra, etcétera.


“En la mentalidad griega, los dioses conceden el don de la adivinación: discernir sueños, conocer sonidos, formular presagios, ver con claridad las señales. En la concepción estoica si no existen dioses, no hay señales de lo futuro, pero existen dioses que instruyen de lo venidero”. (José Luis Sicre).


En este punto, es importante tener presente el concepto de oráculo.Se trata de una palabra que significa “consulta”. En la antigüedad, era la forma frecuente de conocer la voluntad divina. Por ejemplo, en situaciones como: la elección de un jefe o monarca, en la guerra, en la enfermedad, al comenzar una colonización, entre otras, se solicitaba la consulta u oráculo.


Nótese, con estos tipos de situaciones, que la iniciativa partía de los pueblos o de personas particulares, no de la divinidad. Así entonces, en los primeros siglos “predominó en Israel, la idea de que el profeta era un adivino capaz de conocer cosas ocultas e incluso modificar el futuro”. (Sicre)


Profetismo Bíblico


Profeta viene del hebreo “nabî”, en griego “prophetes”. Términos relacionados con el verbo “nãbã”, que significa gritar, proclamar, confirmar. En el origen de esta palabra pueden encontrarse dos sentidos:

  1. Activo: el que proclama 

  2. Pasivo: el que es llamado 

La palabra "nabî" se usa 300 veces en el Antiguo Testamento. En griego se entiende como "alguien que habla a nombre de". En hebreo hay otras dos palabras para nombrar a los profetas: “ra’ah" y "hazah", se traducen como "ver", es decir, vidente. También aparece “ish elohim” que significa varón de Dios.


Con todo esto comprendemos que el profeta es alguien, llamado por Dios, para transmitir, en su nombre, un mensaje. El profeta es un hombre de Dios, vidente, es decir, visionario. Esta característica proviene de su experiencia de Dios. Indica que él lo escucha en el silencio y que, por lo tanto, está facultado para interpretar la realidad a la luz de la fe.


Precisamente, escuchando, el profeta aprende a interpretar la realidad,  para hablar al pueblo de ella.


El profeta “no es” un adivino, es un mensajero e intérprete de la Palabra de Dios.

Toda su vida es profecía, no solo sus palabras, él se caracteriza por un estilo de vida:

  • Es un hombre orante

  • Que escucha

  • Hace silencio 

  • Es Carismático 

  • Es un hombre público 

El profetismo es una manera de ver la realidad.

Una característica importante de este movimiento es, que “surge al lado de la poesía, de la inspiración, del éxtasis, la música, el sueño, la visión, la belleza de lo popular, el arte, la intuición, el oráculo, la religión, la divinidad, la oración, la mística. Estas expresiones son una manera determinada de captar la realidad y tomar postura ante ella”. (Carlos Mesters).


Reyes y gobernantes buscaban el apoyo de un profeta, ya que esto significaba el apoyo de la divinidad. La diferencia entre Israel y los demás pueblos es que “el Dios de Israel no era cualquier divinidad, él era (sigue siendo) Yahvé, el Dios vivo y verdadero, el Dios liberador, por tanto el rey de Israel no podía ser un rey cualquiera como los demás, sino el lugarteniente de Yahvé […]. El Dios del pueblo no estaba para dar legitimidad al poder, sino que el poder estaba para servir a la Alianza y al Proyecto de Dios. (Mesters).


Además de las características ya mencionadas, el profeta es alguien que:

  • Experimenta la presencia de Dios en medio del pueblo: esta es la fuente del profetismo, descubrir a Dios en los pobres, para hacer memoria de la Alianza y exigirla.

  • Experimenta la realidad del pueblo: se encuentra con la realidad del pecado “aquello que el pueblo podría ser y no es. Yo, hombre de labios impuros que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor Todopoderoso" (Isaías 6,5). (Mesters)

Así pues, dos experiencias son claves en su vocación, Dios y el pueblo. El profeta es un hombre de Dios,  insertado en una realidad histórica concreta.


El profeta Elías


Elías significa “Yahvé es mi Dios”. Fue profeta entre los años 874-852 a.C. en el Reino del Norte, cuya capital es Samaría, en tiempos del rey Ajab.


Su ministerio profético se desarrolló en el contexto de un sincretismo religioso (mezcla de diversos cultos). Por ejemplo, se adoraba a Baal, dios cananeo de la lluvia, la fertilidad del suelo y protector de las ciudades. Fue Jezabel la esposa del rey Ajab, quien trajo de Fenicia de Tiro a los profetas de Baal (450 aproximadamente), para vivir en el palacio mantenidos por el rey.


Los profetas de Yahvé fueron duramente perseguidos y asesinados en esta época. Esto con el fin de conseguir el triunfo de Baal y garantizar el poder. Bajo estas circunstancias se vive un tiempo de sequía anunciado por Elías, oriundo de Tisbé de Galaad, quien dijo a Ajab: «Vive Yahveh, Dios de Israel, a quien sirvo. No habrá, estos años, rocío ni lluvia más que cuando mi boca lo diga». (1 Reyes 17,1)


La sequía era un signo que expresaba la ofensa contra el Dios de Israel, por parte del reino del Norte.


“Elías es la figura del profetismo, por el momento histórico donde realizó su misión y por el grado de dificultad de la misma”.

Elías y el Monte Carmelo


Carmelo proviene del hebreo “Karmel”, significa “jardín” o “huerto”, viña, lugar fructífero.


“Parece que el Monte Carmelo había sido un lugar santo, dedicado sucesivamente a distintas divinidades. El Rey David conquistó esa montaña e instaló en ella un altar al Señor, el cual fue derruido para instalar allí el culto a Baal”. (Luis Alonso Schokel).




La mayor tarea profética de Elías, fue desenmascarar allí mismo en el Monte Carmelo, a los falsos profetas de Baal. Este acontecimiento lo encontramos en el primer libro de los Reyes capítulo 18, 1-46. Aquí te presentamos una síntesis:


22 Elías dijo al pueblo: «Soy el único que queda de los profetas de Yavé, y ustedes ven aquí a cuatrocientos cincuenta profetas de Baal. 23 ¡Dennos dos toros! Ellos tomarán uno, lo descuartizarán y lo pondrán sobre la leña sin prenderle fuego. Yo, prepararé el otro toro y lo pondré sobre la leña sin prenderle fuego.

24 Luego invocarán el nombre de su dios; yo invocaré el nombre de Yavé. El Dios que responda enviando fuego, ese es Dios». Todo el pueblo respondió: «¡Muy bien!»

25 Elías dijo a los profetas de Baal: «Como ustedes son más, elijan primero su toro. Prepárenlo, invoquen el nombre de su dios, pero sin prender fuego». 26 Tomaron pues el toro que les pasaron, lo prepararon e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta la noche, gritando: «¡Baal, respóndenos!» Pero no se oyó nada ni hubo respuesta alguna mientras saltaban delante del altar que habían levantado.

27 Llegó el mediodía; Elías se mofaba de ellos: «¡Griten más fuerte, les decía. Si bien es dios, tal vez está meditando, o está ocupado o anda viajando; a lo mejor está durmiendo y tienen que despertarlo». 28 Gritaban pues cada vez más fuerte mientras se hacían, según sus costumbres, incisiones con cuchillos para que corriera la sangre.

29 Siguieron gesticulando toda la tarde hasta el momento en que se presenta la ofrenda vespertina, pero no se oía nada: ¡ni una respuesta, ni tampoco reacción alguna! 30 Elías dijo entonces a todo el pueblo: «Acérquense a mí». Todo el pueblo se acercó a Elías mientras éste levantaba de nuevo el altar de Yavé que había sido derribado.

31 Tomó doce piedras, según el número de las tribus de Jacob, del hombre que había recibido esta palabra de Yavé: «Tu nombre será Israel». 32 Elías arregló las piedras, después cavó alrededor del altar una zanja que podía contener como treinta litros de agua. 33 Acomodó la leña, partió en trozos el toro y lo puso sobre la leña.

34 Luego dijo: «Llenen con agua cuatro cántaros y vacíenla sobre el holocausto y la leña». Así lo hicieron y les dijo: «¡Háganlo de nuevo!» Lo hicieron por segunda vez. Añadió: «¡Una vez más!» Y lo hicieron por tercera vez. 35 El agua escurría del altar y llenó toda la zanja.

36 En la hora en que se presenta la ofrenda de la tarde, Elías el profeta se adelantó y dijo: «Yavé, Dios de Abrahán, de Isaac y de Israel, que sepan hoy que tú eres Dios de Israel, que yo soy tu servidor, y que en todo actúo según tu palabra. 37 ¡Respóndeme, Yavé, respóndeme! ¡Que sepa este pueblo que tú eres Dios, tú Yavé, y que tú eres el que convierte su corazón!».

38 Bajó entonces el fuego de Yavé, que consumió el holocausto y la leña y absorbió toda el agua que había en la zanja.

39 Al ver esto, todo el pueblo se echó con el rostro en tierra, gritando: «¡Yavé es Dios! ¡Yavé es Dios!».


El desafío en el Monte Carmelo da lugar a que el pueblo reconozca a Yavé como el Dios verdadero, se ratifica su Palabra expresada a través de Elías:


41 Elías dijo a Ajab: «Ahora sube, come y bebe, porque ya está aquí el trueno que anuncia la lluvia». 42 Ajab subió para comer y beber, mientras Elías subía a la cumbre del Carmelo. Allí se inclinó y puso la cara entre sus rodillas, 43 luego dijo a su sirviente: «Sube y mira para el lado del mar». El muchacho miró y dijo: «No hay nada».

43 Elías le dijo: «¡Vuelve de nuevo!» 44 Cuando volvió la séptima vez, subía desde el mar una nubecita no más grande que la palma de la mano. Elías le dijo entonces: «Anda a decir a Ajab que enganche su carro y baje, porque si no lo, va a pillar la lluvia».

45 En poco tiempo el cielo se oscureció, el viento empujó las nubes y cayó la lluvia a torrentes; Ajab se subió a su carro y se volvió a Yiz reel. 46 Entonces la mano de Yavé se posó sobre Elías; éste se apretó el cinturón y corrió delante de Ajab hasta la entrada de Yizreel.





La nube es signo de Dios que vuelve a bendecir la tierra, es presencia de Dios que llega y acompaña. La cima del monte es el lugar donde se mira desde la fe y la confianza en Dios que cumple su Palabra.


Tanto la sequía como la lluvia, son manifestaciones del poder de la Palabra de Dios.


El Monte Carmelo es nuevamente tomado por el Señor Dios de Israel, a través del ministerio que ejerce Elías, quien pone en el centro del Monte a Yavé.


Siglos más tarde llegarán los primeros ermitaños a este monte. A ejemplo de Elías vivirán una vida de oración, de escucha atenta a la Palabra de Dios y en contemplación. Ellos, en la veneración a María, perpetuarán aquel monte como lugar sagrado, donde permanece la presencia de Yavé. De esta manera, el Carmelo se convierte en un estilo de vida, al que hoy somos convocados a través de la espiritualidad carmelita.


La Contemplación


Luego del desafío en el Carmelo, Elías es amenazado de muerte por Jezabel. Entonces, el profeta emprende una marcha hacia el desierto para salvar su vida. Allí experimentará hambre, cansancio, desesperación… Sin embargo, esta peregrinación aparece movida por el Espíritu, quien le revela el sentido de ella.


Elías llega incluso a desear la muerte, pero los signos de la presencia de Dios se manifiestan, para fortalecer y dar continuidad a la vocación del profeta:


4 Se adentró en el desierto durante todo un día de camino, luego fue a sentarse bajo un retamo y pidió la muerte: «Basta, dijo. Yavé, toma mi vida, porque ya no valgo más que mis padres». 5 Se acostó y se quedó dormido.

5 Un ángel tocó a Elías y le dijo: «Levántate y come». 6 Miró y vio que había allí cerca de él una tortilla cocida sobre piedras y un cántaro de agua. Comió, bebió y se volvió a acostar.

7 Por segunda vez el ángel de Yavé se le acercó, lo tocó y le dijo: «Levántate y come, porque el camino es demasiado largo para ti».

8 Comió y bebió. Confortado con ese alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar al cerro de Dios, el Horeb. (1 Reyes 19,4-8).


Alimento, bebida, presencia, ángel, llamado y posteriormente envío, son el nuevo paso del Señor por su vida, que renuevan el corazón del profeta.


Elías en medio del desierto no dejó de escuchar a Dios y de estar atento a su presencia:

1 Reyes 19:11-14. 11 Y Yavé pasa. Un viento fuerte y violento pasa delante de Yavé, hiende los montes y parte las rocas, pero Yavé no está en el viento. Después del viento viene un terremoto, pero Yavé no está en el terremoto. 12 Después del terremoto, un fuego, pero Yavé no está en el fuego.

12 Después del fuego, se sintió el murmullo de una suave brisa. 13 Cuando Elías la oyó, se cubrió el rostro con el manto, salió y se mantuvo a la entrada de la caverna. Entonces se oyó una voz: «¿Elías, qué haces aquí?»


A diferencia del camino ya recorrido, donde viento y fuego fueron el paso del Señor, ahora lo descubre “en una brisa tenue, en un susurro apenas audible. Primero tuvo que alejarse de la urbe, cruzar el desierto, subir a la soledad de la montaña, luego descubrir la ausencia de Dios en los elementos tumultuosos; finalmente acallado el tumulto, la voz callada trae la presencia que sobrecoge." (Schokel)


Elías subió a la cumbre de la oración, reconoció en la serenidad de la brisa la presencia de Dios, quien salió a su encuentro para abrirle el panorama y renovar su relación con él.


El profeta subió a lo más alto de la montaña, para aprender a ver desde Dios la vida y la historia. Esta manera de ver, junto con Yahvé, suscitó en el profeta nuevas acciones en su proyecto de vida. Allí, en la cima aprendió la contemplación, en palabras de san Juan de la Cruz “a estarse amando al Amado”.


1 Reyes 19:14-15: Él respondió: «Ardo en celo por Yavé, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela.»

Yahveh le dijo: «Anda, vuelve por tu camino hacia el desierto de Damasco. Vete y unge a Jazael como rey de Aram.


Los sentimientos de Elías, transformados en la experiencia de Dios, (del miedo a la determinación), son el celo por su Señor y por la Alianza. Emprenderá de nuevo un camino, con más fuerza, hacia la mediación entre Dios y los hombres.


Conclusiones

  • El profetismo es una manera de ver la realidad.

  • El profeta es un hombre de Dios, llamado por Él, para transmitir un mensaje en su nombre e interpretar la realidad a la luz de la fe.

  • Elías es  la figura del profetismo, porque marcó un estilo de vida a partir de la escucha atenta y constante de la Palabra de Dios, por su obediencia a dicha Palabra y determinación para reivindicar la fe en Yavé, como Dios verdadero. También por su disposición para captar la presencia de Dios a través de la contemplación y en ella, dejarse renovar interiormente por la acción del Señor.


Oremos con el Salmo 63


Oh Dios, tú eres mi Dios, a ti te busco,

mi alma tiene sed de ti;

en pos de ti mi carne languidece

cual tierra seca, sedienta, sin agua.

Por eso vine a verte en el santuario

para admirar tu gloria y tu poder.

Pues tu amor es mejor que la vida,

mis labios tu gloria cantarán.

Quiero bendecirte mientras viva

y con las manos en alto invocar tu Nombre.

Mi alma está repleta, saciada y blanda,

y te alaba mi boca con labios jubilosos.


Cuando estoy en mi cama pienso en ti,

y durante la noche en ti medito,

pues tú fuiste un refugio para mí

y salto de gozo a la sombra de tus alas.

Mi alma se estrecha a ti con fuerte abrazo

y tu diestra me toma de la mano.

Los que en vano quieren perderme

irán a parar debajo de tierra.

Serán muertos al filo de la espada,

servirán de festín a los chacales.


El rey se sentirá feliz en Dios,

y cuantos juran por él se gloriarán:

«Por fin se acalló a los mentirosos».

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