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Foto del escritorSilvia Rosio Daza

El abandono en Dios según Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz

Actualizado: 15 nov


Imaginemos:

Imaginemos un campo verde, donde se puede oler el pasto fresco, el rocío en el ambiente, un jardín precioso, hay un niño que juega muy feliz con muchas pelotitas, en ellas se distrae, alza una, cambia a otra, saca, pone y lanza varias, pero está encariñado con una especialmente, una pelotita roja, esa pelotita es muy especial para él, y juega por mucho tiempo con aquella pelotita, pero, en un momento la pelotita se fue debajo de los arbustos y se quedó perdida.

Estoy fuera del alcance del niño, piensa la pelotita, y se entristece profundamente porque no logra encontrarse con aquel niño, quizás ella pueda moverse, pero no lo desea, porque sabe que el niño en algún momento volverá por ella, pero mientras pasa el tiempo ella queda entre los arbustos.

Pasan los años y la pobre pelotita comprende que no es querer del niño que ella sufra, no, para nada, el querer del niño es que ella sea feliz, que sea libre y los apegos de aquella pelotita le impedían esa libertad; cuando la pelotita cayó en la cuenta de aquella situación, comenzó a ingeniar una idea que se engendró en su interior, alzar las manitas hacia el niño, porque nota que el niño la sigue buscando, sale a su encuentro cada día, pasa por su lado, pero desea que la pelotita reaccione, que alce la mirada y levante los brazos, la pelotita sabe ya en su interior, Dios no puede inspirar deseos irrealizables” (c2V), y se lanza a confiar, a esperar…“la paciencia, todo lo alcanza”, hasta que aquel niño la vuelve a alzar en sus brazos y la lleva cerca de su corazón.

Alegóricamente esta es la experiencia de abandono de Santa Teresita del niño Jesús, una experiencia que comienza en los primeros años de infancia, pero que va madurando junto con ella.

Un abandono que presupone confianza, libertad y desapego, (aquí me resuena las NADA de San Juan de la Cruz), Teresita es la mejor discípula de nuestro Padre, así que, seguro aprendió e integró mucho de lo que él nos enseña. Se necesita blanda alma que se deje hacer en Dios, es decir, dejar que el Espíritu Santo sea el que moldee nuestra alma, nuestro ser, pues, somos “barro en manos del alfarero”. El abandono es creer que lo imposible es realizable, es ciego, es libre, pero a la vez esclavo, es la esclavitud de amor, es sufrimiento, es martirio; es un sufrimiento suave y dulce, como el yugo suave y llevadero que Jesús nos pide cargar con él. Y es claro que no hablamos de la confianza en lo desconocido, sino, en poder andar por caminos oscuros sin tener miedo, porque la mano del Señor nos sostendrá.

Teresita, un camino de conversión

No voy a relatar la gracia de navidad de Santa Teresita, que todos conocemos a la perfección, sino que deseo adentrarme aún más, ya pasada la gracia de aquella noche de navidad. Teresa pensó que podría “volar ya sin temor alguno hacia el Carmelo” para realizar su proyecto de santidad, sin saber que aún tendrá que pasar pruebas muy dolorosas que purifiquen ese deseo. Teresa tendrá que asumir que su voluntad, interesada en lograr un proyecto de vida tan noble, no puede coincidir con la voluntad de Jesús en ese momento. Al contrario, deberá aprender a discernir y descubrir la voluntad de Jesús para seguir ese camino. En una carta a su hermana Paulina escribirá:

“Creo que Dios me envía estas pruebas para que no desee nada, ni siquiera lo que a mí me parece que es lo mejor”.

El 8 de octubre de 1887 cuando ya se cumplirá un año de aquella gracia de navidad, llega la noticia de que la sobrina de su tutora ingresa al Carmelo, esto genera en Teresita un golpe brutal, “con el corazón sumido en la más profunda amargura” y se pone a rezar, “para Dios los obstáculos no existen” escribe el mismo día; “a pesar de todo, me siento llena de ánimo, y estoy completamente segura de que Dios no me abandonará”. (Cta 27)

Se siente sola, como Jesús en el Huerto de la agonía, aparentemente abandonada, mientras Jesús “duermes”. El día 22 por la mañana le dirá a Paulina: “Nunca he sufrido tanto. Si esto continúa moriré de pena…Pero creo que Dios nunca pide más que cosas posibles, y ahora me pide esta a mí”. Recordemos que en este punto Teresa está buscando la manera que acepten su ingreso al Carmelo y en esa búsqueda concibe la idea de recurrir al Papa en su próxima peregrinación a Roma.


Tabla de salvación

Pero el 20 de noviembre, el recurso del Papa León XIII, “única tabla de salvación” es un fracaso; es el momento que se siente sola y abandonada, es la hora que es invitada al abandono en Dios, allí viene el símbolo muy apropiado para traducir sus disposiciones interiores: estar en manos de Jesús como un juguete en las manos de un niño, totalmente abandonada a sus caprichos, para que él la trate como quiera, y esto con una seriedad completamente desproporcionada a este símbolo infantil; antes de llegar ante el Pontífice, ya ella se había ofrecido como una pelotita para el entretenimiento del niño Jesús, para “divertirlo”, para “agradarle”, pero en su  interior, muy oculto, ella esperaba que Jesús hiciera su voluntad -la de ella- y como niño bueno, dejase rodar su pelotita al Carmelo. Pero allí está el crecimiento espiritual, allí el abandono que va floreciendo, en la noche del fracaso con el papa, ella escribe bañada en lágrimas: “si él quiere romper su juguete, es muy dueño de hacerlo. Sí, acepto todo lo que él quiera”. (cta. 36)

Podemos detenernos unos momentos para desmenuzar un poco más sobre aquella nueva gracia que experimenta Teresita. Si un año antes acontece la gracia de pasar de la niñez a la adultez de la fe, ahora vemos que la adultez debe venir acompañada de madurez y crecimiento, el autoconocimiento es fundamental para poder discernir fielmente nuestros sueños y proyectos, el discernimiento debe estar en cada etapa que estemos viviendo, y para ello se requiere mucha oración, lo que nos dice Santa Teresa, "estar muchas veces a solas con quien sabemos nos ama", una oración que nos cuestiona, que cierne y da calidad de vida, que da certeza y luz en estos momentos de oscuridad, en este aspecto Teresita ya tenía un propio proyecto, un sueño: "el Carmelo". Pero ese sueño aún está impregnado de sus gustos, quiere que se realice a su manera y Dios nos demuestra muchísimas veces, que la mejor manera de hacer las cosas es sólo en el abandono a Él, en sus tiempos.

La pelotita que se había ofrecido para el entretenimiento del niño, buscaba ir rodando al Carmelo sin detenerse a escuchar que el niño aún no deseaba eso para ella. Toparse con esta realidad pudo hacer quebrantar el espíritu de cualquier creyente, pero no el de Teresita.

¿Cuántas veces nosotros nos derrumbamos cuando nuestros sueños y proyectos no salen como esperamos?.

Incluso en muchos momentos renegamos contra Dios y nos quejamos porque todo nos sale al revés, en este punto debemos recordar las palabras de Teresita, aunque escritas con el corazón destrozado se deja hacer por Dios una vez más: “Si él quiere romper su juguete, es muy dueño de hacerlo. Sí, acepto todo lo que él quiera”. (cta. 36)

El aceptar todo lo que Él quiera, implica confianza, implica fe, implica amor, es dejar de dirigir nuestra vida, acciones y decisiones por Dios, sabiendo que no siempre esos caminos serán fáciles ni placenteros, porque será renuncia, será dejar de buscar mis propios gustos e intereses para buscar el Reino, es abrazar el proyecto de Jesús, es lo que nos dice en Lc 14:26-27:

«Si alguno de ustedes quiere ser mi discípulo, tendrá que amarme más que a su padre o a su madre, más que a su esposa o a sus hijos, y más que a sus hermanos o a sus hermanas. Ustedes no pueden seguirme, a menos que me amen más que a su propia vida. Si ustedes no están dispuestos a morir en una cruz, y a hacer lo que yo les diga, no pueden ser mis discípulos.”


Ánimo y fuerza en nuestro abandono diario queridos amigos, Jesús, la Iglesia y el mundo necesita en esta hora hombres y mujeres auténticos, que puedan estar dispuestos a morir en la cruz de lo cotidiano por amor, a gastar su vida por los demás, a ser conscientes que el verdadero cambio radica en amar, en abrazar el dolor con amor, en transformar el sufrimiento reinante en decisión de amar y servir, en salir de nuestras comodidades para afrontar los desafíos de hoy, en transformarnos en discípulos de aquel a quien tanto amamos.


Confianza, un abandono constante

Después de su encuentro con el Papa en Roma, y ya perdida la tabla de salvación Teresita regresa a Lisieux, con un a gran dosis de agobio y tristeza por la situación pasada, pero “se abandona con entera confianza a las manos de Dios, pues ha hecho todo lo que dependía de ella”, pero por consejo de la madre Inés, no vacila en escribir al obispo de Bayeux. Aunque cada mañana el correo le trae una nueva decepción esto no hace “vacilar su fe”. Y deseo concluir recalcando dos aspectos fundamentales de Teresita, la primera, abandonada en manos de Dios, no como una hoja que se deja llevar fácilmente por el viento, sino como alguien consciente que sabe que ha hecho todo lo que dependía de sí para lograr su proyecto, no se queda con las manos cruzadas esperando el milagro, no, ella sabe que debe hacer lo que está a su alcance, debe trabajar, debe esforzarse, romper los miedos, las comodidades, es una realidad a la que muchos nos acomodamos fácilmente y podemos confundir el abandono con la comodidad o la dejadez, un ejemplo muy práctico es ver a una persona de la calle con necesidades de alimento, puedo orar muchas veces por ellos, confiando en la providencia divina, pero no ser capaz de salir de mi comodidad y decidir hacer algo, como por ejemplo llevar un pan adicional al salir de casa, sabiendo que quizás pueda llegar para alguno, con esto no digo que debas alimentar a todos y quedarte sin nada, pero sí que puedas hacer todo lo que está en ti, no sólo con lindas palabras y oraciones, sino que aquella oración te lleve a promover un cambio, como nos dice el papa Francisco a los jóvenes muchas veces, a “hacer lío”. Teresita nos motiva a no desanimarnos, a hacer todo lo que depende de nosotros, mientras nos abandonamos confiados en las manos de Dios, es dar los cinco panes y dos peces de nuestra pobreza, Dios sabrá multiplicar para alimentar a una muchedumbre.


El segundo aspecto, es que a pesar de la decepción diaria del correo, Teresita no hace vacilar su fe, el vivir en profundidad, en abandono, nos hace vivir más alto y más profundo que los acontecimientos diarios, nos hacen vivir en la centralidad que es Dios, y puede venir lo que viniere, esto no nos hará movernos de aquel pilar donde estamos apoyados; el abandono y la confianza es fundamental para nuestra vida, pero esto no se da de la noche a la mañana, sino de un proceso interior, de una realidad profunda y es el saberse amado por Dios que es amor, el saberse sostenido en sus manos, en saberse acunado en su pecho y como niño pequeño confiar que en ese amor todo lo que nos da será para nuestro bien y crecimiento, aun lo que en ese momento sensiblemente pueda hacernos sufrir.

Ya en el Evangelio nos dicen que nos abandonemos y busquemos primero el reino de Dios, Mt 6:28-33 “Observen cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan. Pero les digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Y si Dios así viste la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no hará El mucho más por ustedes, hombres de poca fe? Por tanto, no se preocupen, diciendo: ¿Qué comeremos?' o ¿qué beberemos? o ¿con qué nos vestiremos? Porque los Gentiles (los paganos) buscan ansiosamente todas estas cosas; que el Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas. Pero busquen primero su reino y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas".

Busquemos primero el Reino y su justicia, en completo abandono a su amor misericordioso porque lo demás vendrá por añadidura, es el desafío de hoy, buscar el Reino de Dios, vivir en abandono y confianza y creer aun en tiempos recios como los que ahora vivimos. Que este artículo nos motive a mirar de manera profunda y sincera nuestra fe, nuestra confianza y abandono, ¿dónde están cimentados?. Sigamos adelante, sin miedo a la respuesta, sino con el firme propósito de sabernos amados por Dios para dejarnos llevar como aquella pelotita en manos del niño Jesús.

 

 

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