¿Quién dijo que Navidad no era para los que están en tristeza o dificultad?
Así dice la letra de una canción: “El que inventó la navidad no estaba solo, ni en momentos de tristeza, porque no contarían con los afligidos para que en diciembre olvidaran sus penas."
Con respeto hacia los artistas de canciones como esta y a sus motivos de inspiración, si vamos al origen de la navidad, nos daremos cuenta de que contrario a lo que dicen ciertas canciones, la navidad surgió como una respuesta de Dios a las aflicciones de la humanidad, y en su corazón Él sí contaba con los tristes y oprimidos, no para echar al olvido sus penas, sino para hacer de ellas una nueva historia. Veamos que dicen algunos textos de la Sagrada Escritura:
Isaías 9, 5: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado”. Llama la atención que el profeta pone en la primera persona del plural “nosotros”, al niño nacido, es como si fuera de nuestra propiedad, sin embargo, al mencionar que un hijo se nos ha dado, comprendemos que es un don, un regalo entregado a la humanidad.
En el evangelio de Lucas (2, 10-11) el ángel dice: “No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor".
El niño nacido es una buena noticia, motivo de alegría no solo para sus padres, sino para un pueblo, es verdad que cuando nace un niño es motivo de alegría para una familia, pero en este caso la llegada del niño conmociona a un pueblo, el evangelio no menciona ningún tipo de exclusión de personas.
¿Qué tiene de diferente este niño a los demás?
El profeta Isaías lo describe así: "lleva a hombros el principado, su nombre es Maravilla de Consejero, Dios fuerte, Padre de eternidad, Príncipe de la paz." (Is 9,5)
El salmo 95 que proclamamos en la eucaristía matutina de esta solemnidad, lo describe como el Salvador, el Mesías, el Señor.
Si nos situamos desde la perspectiva histórica en retrospectiva, reconocemos la existencia del nacimiento de Jesús como Mesías esperado por tantos siglos y por muchas personas que aguardaban la liberación, quizá en algún momento de nuestra vida que puede ser hoy, hemos considerado que la navidad es un recuerdo del nacimiento de Jesús, una excusa para reunir a las familias y repartir regalos, pero que el suceso como tal, se quedó en la historia de hace 2024 años. Es fácil perder el sentido de la navidad en todo su significado e incluso quedarnos en lo accesorio de las festividades, que son válidas. También es común perder el sentido de la navidad cuando estamos en duelo, aún con el paso de los años en ausencia de los seres queridos, o cualquier pérdida que nos desestabiliza emocionalmente, conflictos familiares, dificultades económicas, enfermedades, en algunos lugares los contextos sociales de guerra, etc.
No obstante, en medio de cualquier contexto, el gran acontecimiento del nacimiento de aquel niño reviste de propósito para la actual historia y por eso te invitamos a descubrir en la tuya, en tu episodio presente, que nace hoy para ti un Salvador.
Volvamos un poco la mirada sobre el adviento, donde preparamos esta solemnidad, allí escuchamos palabras claves como tiempo de esperanza:
¿Qué momentos de la vida requieren de esperanza?
De acuerdo a San Pablo (Rom 8,25), "esperamos lo que no vemos" y si lo esperamos es porque es un anhelo, una solución, algo mejor; en todo caso un beneficio. ¿Cómo es posible que un niño nacido hace siglos, sea hoy la realización de nuestras esperas?
Ese hecho es posible siempre y cuando tengamos una acertada comprensión del tipo de Mesías y Señor enviado por Dios, recuerda que en aquel tiempo muchos esperaron a un rey con riquezas materiales, que gobernara destruyendo enemigos. Y al final se llevaron una gran decepción, porque el Mesías tenía características totalmente opuestas a los ideales humanos.
Si entramos en la lógica de Dios, veremos que su acción es en el interior del hombre, desde allí nos transforma, sana, libera y restaura; por tanto, el Mesías es alguien dotado con cualidades que permiten llegar al corazón, a lo más íntimo del ser humano. Ya el profeta Isaías nos anunciaba que tendría el Espíritu en plenitud:
"Pero retoñará el tocón de Jesé, de su cepa brotará un vástago sobre el cual se posará el Espíritu del Señor: espíritu de sensatez e inteligencia, espíritu de valor y prudencia, espíritu de conocimiento y respeto del Señor". (Is 11, 1-2).
Maravilla de consejero
La esperanza es una actitud que proviene del corazón, la estrella es un signo importante de la Navidad, porque ella señala el camino, indica el lugar donde encontramos al Salvador. De ahí que uno de los nombres del niño es Maravilla de Consejero, la estrella para ti puede ser una guía para tomar decisiones, una luz sobre una determinada situación, algo que necesitas ver y aún no lo logras, etc. Lo importante es reconocer que en el Niño Jesús está el consejo, la luz o dirección que necesitas.
Padre de Eternidad
Nuestros caminos a veces son idealizados, jamás la humanidad imaginó que un camino hacia un pequeño pueblo como Belén de Judá, sería la ruta para encontrar al Mesías. Es posible que algunos caminos que estamos transitando, no sean la ruta que actualmente nos lleven a encontrar el proyecto de Dios para nosotros. El Salvador nace en tu corazón para que tú veas un camino insospechado que debes transitar en fe. Allí donde terminan tus posibilidades comienzan las posibilidades de Dios, por eso el Niño es llamado Padre de Eternidad. ¡Luz del desterrado!
Dios fuerte
Las dificultades de la vida nos debilitan a menudo, una enfermedad puede debilitar el cuerpo, una ruptura quebranta el alma, un duelo deja grandes vacíos, pérdida del norte y base de la vida. En esas situaciones límites solo el Salvador nos sostiene, restaura, devuelve el norte, por eso el Niño nacido es llamado Dios fuerte, en él tú encuentras la roca firme y fuerza en la debilidad. ¡Del débil auxilio!
Príncipe de la Paz
Tantas realidades en nuestro interior nos pueden robar la paz, el entorno familiar, social, el panorama de algunos pueblos que viven la guerra genera desasosiego, zozobra, encierro, etc. Necesitamos al Salvador, al único que puede darnos la paz interior, si todos los seres humanos aceptaran ese regalo, los contextos se transformarían, porque el Niño es llamado Príncipe de la Paz, solo a él le corresponde entregar ese don. ¡Consuelo del triste!
¿De qué se trata la auténtica esperanza?
Es importante que nos confrontemos sobre lo que esperamos, para que no nos suceda lo de aquellos hombres que se decepcionaron y/o no aceptaron al Mesías llegado, nuestra ceguera nos imposibilita para ver la grandeza de la pequeñez en un niño, cuyo gran poder es transformar el dolor, la tristeza, la oscuridad, la zozobra en alegría, paz, restauración, luz y dirección. ¡Del doliente amparo! Su poder y grandeza es obrar en el corazón de quienes le dan allí, un lugar de reposo.
Es verdad que en medio de las difíciles realidades que afrontamos, como divisiones familiares, desempleo, enfermedades, crisis matrimonial, violencia social, entre otras, esperamos soluciones; el Salvador nos ofrece posibilidades de transformar el corazón y ver con claridad sus caminos para cada uno, en este horizonte nos ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor. Nació para todo tiempo, lugar, realidad, persona, él ha llegado para quedarse con nosotros, entre nosotros y otorgarnos gracias que pueden llevarnos a otras posibilidades de vida, el ungido está para llenarnos de su Espíritu y si le damos consentimiento, está dispuesto a señorear nuestros caminos, sentimientos, relaciones, proyectos y todo lo que hace parte de nuestra existencia.
Nacimiento y muerte tienen relación, cuando algo surge termina una etapa, así como la madre da a luz, muere un ciclo (el embarazo), y comienza otro, el cuerpo de la mujer sufre una transformación, el parto trae dolor y posterior a él, alegría por la vida que llega. De la misma manera, en la vida espiritual pasamos por muertes para renacer a lo nuevo, el himno de Laudes lo expresa: “Hoy mueren todos los odios y renacen las ternuras”. Esperamos entonces morir a nosotros mismos, es decir a nuestros ideales, criterios, inclinaciones, sentimientos y actitudes negativas para darle lugar a la novedad de Dios, a su estilo, su direccionamiento, transformación y restauración. Esperamos la acción del Salvador en nuestra vida.
Si has perdido el sentido de la navidad por algún dolor, pérdida, dificultad, monotonía, contexto social, etc. Pon tu mirada en el Niño Dios, la figura de un bebé que representa una nueva forma de vida para ti, tómalo en tu corazón, contempla en esa pequeñez la riqueza de su poder para transformar tu dolor, llenar tus vacíos, guiarte hacia sus caminos, donde quizá estén posibilidades que tú no ves, señalarte un horizonte de sentido, darte paz, fortaleza, firmeza en la fe, perseverancia en la oración por tus seres queridos y tu entorno social, en aras de que otras personas el día de mañana abran su corazón y le den un lugar de reposo a Él. ¡Oh lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos!
¡Alégrate! porque te ha nacido un Niño, tu Salvador.
No importa tu condición de vida, el Mesías ha llegado para rescatarte: “El corazón perdido ya sabe que alguien le busca” (Himno Laudes). El Niño anhela tu corazón, el cielo es habitado, como dicen los místicos: el cielo es el alma:
“El cielo ya no está solo” (Himno Laudes). Tu corazón no está solo
“La tierra ya no está a oscuras” (Himno Laudes). Tu vida ya no está en oscuridad
Ante este milagro nos queda adorar, agradecer, contemplar, al tiempo de espera le sigue el tiempo de alabanza. Es tan grande y sublime el misterio del nacimiento del Salvador, que tenemos ocho días para celebrarlo, la Iglesia lo llama la Octava de Navidad, si bien aguardamos en adviento un tiempo de oración de penitencia y quizá de petición, estos días dediquemos un rato de oración para agradecer y contemplar en nuestro interior, la presencia del Niño Dios que nos acompaña y quiere transformarnos, así veremos como la gratitud hará grandes cosas en nosotros.
Seamos profetas de la esperanza, anunciemos las buenas noticias de como el Mesías hace surgir de las penas y las aflicciones historias de salvación, corramos el mensaje de que la Navidad es para todos y especialmente para los que están en dificultades.
¡Vida de mi vida, mi dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano!
Referencias
Fray Fernando de Jesús Larrea, OFM. (1757). Novena de Navidad. Gozos.
Liturgia de las Horas. Tomo I. Tiempo de Navidad. Ed. Desclée De Brouwer.
Schökel, L. (2006). Biblia del Peregrino. Ed. Mensajero.
Schökel, L & Mateos, J. (1977). Nueva Biblia Española. Segunda Edición. Ed. Cristiandad.
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