Invitaciones a la acción de gracias desde el Prefacio Pascual I
En el Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, la Iglesia celebra el triunfo de Jesús sobre la muerte y el pecado. Jesús, después de haber sido crucificado y sepultado, ha finalmente resucitado y con esto ha traído a la humanidad la vida nueva, la vida en plenitud, la vida del Espíritu. Después de descender a lo más profundo de la realidad humana, Jesús la eleva nuevamente al estado de la gracia, a la filiación divina.
Hoy es un día de alegría, de gozo, de acción de gracias, de alabanza porque la muerte ha sido vencida, porque cada hombre y mujer ha sido salvado, redimido, se ha realizado ya, aunque de momento no se pueda manifestar en esta vida de forma total, porque todavía estamos sujetos a la muerte física y podemos caer en el pecado, por la fe ya vivimos esta vida nueva como hijos de Dios, en Jesús, por su Espíritu Santo. El Domingo de Pascua celebramos el misterio central de la fe del cristianismo: Jesús ha resucitado, ha realizado ese designio de amor del Padre y ha coronado la obra que Él había sido enviado a realizar. Este es el día del triunfo del Señor (cf. Sal 117).
La liturgia de este día está cargada de un fuerte mensaje pascual. Y uno de los textos que mejor presenta este misterio de la resurrección de Jesús es el Prefacio Pascual I, que se dice en la Eucaristía, y que se llama “El Misterio Pascual”. El Prefacio es un texto que invita a la acción de gracias a Dios y lo hace explicando los motivos que justifican esa acción de gracias para al final invitar a la alabanza. En este día el Prefacio Pascual I nos invita concretamente a glorificar a Dios y más que nunca en este día en que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado porque…
1. “El es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo”. Según estaba prescrito en el judaísmo (cf. Ex 12, 6), el cordero debía inmolarse el día catorce del primer mes y representaba la víctima que se entregaba por los pecados del pueblo. Jesús es el nuevo cordero que se inmola, no es ya un animal el que se sacrifica, sino el mismo Dios, es el Hijo el que entrega su vida realizando así el verdadero sacrificio, el sacrificio de la Nueva Alianza. Jesús ha llevado a término el perdón definitivo de los pecados de la humanidad y ha salvado a todos los hombres del pecado y de la muerte que es consecuencia de él.
2. “Muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida.” Jesús, realizando estas acciones dio un sentido y un fin último a la muerte. Desde ahora la muerte ya no tiene para nosotros un sentido de fin sino más bien uno de inicio, la muerte es el principio de una nueva vida, desde que Jesús murió, la muerte para nosotros ha sido destruida. Pero no es solo la muerte la que es iluminada y superada, sino también la misma vida. La vida que Jesús trajo es la vida plena, la vida del Resucitado. Nuestra vida, ahora, es nueva y nuevamente, por la resurrección de Jesús del sepulcro.
De verdad es mucho lo que debemos agradecer a Dios en la Pascua. Demos gracias a Jesús por tan gran regalo, por tan inmenso amor. Agradezcamos esa vida nueva que nos ha dado, su entrega generosa, su victoria sobre el mal, el pecado y la muerte. Démosle gracias porque desde ya podemos vivir esa vida nueva, y porque, aunque estamos sujetos todavía a la fragilidad humana, Él ha realizado desde ya nuestra salvación y nos invita a ser luz, a ser testigo de nuestro encuentro con Él, a comunicar a los demás esa gracia, esa alegría, ese anuncio.
Agradezcamos también a Jesús por su Triduo Pascual, por esos misterios a través de los cuales ha realizado la obra de la Salvación y la Redención de toda la humanidad. Reafirmemos hoy nuestro llamado de ser Cristianos, a comprometernos con la vida, mensaje y misión del Resucitado. Pidámosle lo que necesitamos para vivir esa vida nueva que nos ha dado y para hacer crecer en este mundo su Reino de Amor. Amén.
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