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Foto del escritorSilvia Rosio Daza

CONSTRUCTORES DE PAZ


Cada 1 de enero, desde hace casi seis décadas, la Iglesia Católica celebra la Jornada Mundial de la Paz, una fecha que anima y motiva a promover y construir la paz en todo el mundo.

Esta jornada se celebró por primera vez, el 1 de enero de 1968 con el Papa San Pablo VI. Este día invita a los fieles y a todos los amigos de la paz a promover este don del Espíritu Santo "con su justo y benéfico equilibrio" para que "domine el desarrollo de la historia futura" de la humanidad, este año que recién comienza celebramos este día de la paz con el lema «Perdona nuestras ofensas, concédenos tu paz», coincidiendo con el Año Jubilar, tiene como objetivo ofrecer una reflexión global sobre asuntos como los conflictos en el mundo, las Naciones Unidas, los derechos humanos, la diplomacia o el desarrollo económico.

Con estas premisas he repensado que mi reflexión vaya más allá de simples palabras o recordatorios sobre la paz, que vaya mas allá de buenas palabras, que de lineamientos, que aporten a nuestras vidas, que sean piedras fundamentales para nuestra propia construcción de la Paz, que va más allá que sólo no desear la guerra, sino que se construye en la cotidianidad, la paz se construye en el día a día, se la construye en la soledad de la habitación, en medio de la oración o en el bullicio de la calle, se construye en cada persona que deja a un lado el egoísmo y se abre al otro como hermano, se construye en cada niño que aprende a compartir sus dulces,, se construye cuando el corazón se conmueve con el dolo del otro.


Decálogo


1.- Derribar las murallas que nos dividen.


En 1961 el mundo presenció la construcción del muro de Berlín, un muro que dividió familias, vecinos y amigos, años después este cayó y el mundo celebro con abrazos sobre los escombros. En la actualidad tendemos a construir muros que nos dividen y separan del hermano, la discriminación, egoísmos, odios, esclavitud moderna como las nuevas ideologías que muestran y acentúan las diferencias, ocasionando división; otros hacen que sigamos dividiendo al mundo, que sigamos creando personas de primera o segunda. Las faltas de oportunidades y la crisis reinante no sólo económica, sino política, de valores y otras en cada rincón del mundo, ahondan mucho más esta situación, por ello estamos llamados a unirnos en Él, unirnos en Dios, porque sólo en Él encontraremos paz y esperanza, es tender puentes, es repartir escucha, es soltar egoísmos y mirar al próximo como hermano, es construir diálogos sinceros para comenzar el entendimiento y con ello construir la paz. Es esparcir cada día las semillas de amor con las enseñanzas del Mesías, el Cristo, que nos ha nacido para traer esperanza al corazón del hombre, es transparentar al Dios que nos habita, para que el hermano llegue a descubrir a Dios en nosotros y nuestros actos, como nos dice la carta a los Efesios 2:14 "Cristo es nuestra paz. El ha destruido el muro de separación, el odio, y de los dos pueblos ha hecho uno solo". Este es el primer paso para la construcción de la paz a nuestro alrededor.


2.- Deconstruir para construir


Estamos llamados a mirar nuestro interior y lanzarnos a la difícil y ardua tarea de la deconstrucción de nuestros preconceptos, de nuestras taras e ideas preconcebidas, estamos llamados a quitar el estigma y las etiquetas que crean fronteras en el mundo de hoy, estamos llamados a comenzar a personificar los momentos y situación, eliminando de nuestro interior la serialización que la sociedad impone hoy. Esta deconstrucción conlleva a un conocimiento propio profundo, a un trabajar nuestro interior, nuestras propias heridas, nuestra historia. Deconstruir incluso la imagen de Dios mismo, descubrirlo en el misterio insondable, en la inmensidad de su ser, no limitarlo, ni encasillarlo en nuestro propio pensamiento, descubrir su amor que se desborda para nosotros, que nos permita construir lazos y relaciones nuevas. El deconstruir las relaciones tóxicas, haciéndolas consciente, mirando tus relaciones, observando tu interior, pasando tu vida por la oración y por ello dejando escuchar a Dios que te guía, poniendo también tus relaciones en manos de Dios, en su amor, dejándote inundar por la verdad que es Él.


3.-El perdón, piedra angular de la paz


El perdón es un acto de liberación tanto para el que perdona como para el que es perdonado. En Mateo 6:14, Jesús enseña que, si perdonamos a otros, también seremos perdonados por Dios. Y aquí está el desafío para nosotros, soltar el dolor, el rencor y decidir perdonar, pero este perdón no nace de sólo una buena voluntad, sino que nace del saberse perdonado también por Dios, es ser consciente y sentir en el interior la misericordia de Dios que baña y limpia todo nuestro ser.

El perdón también tiene un impacto positivo en nuestra salud emocional y mental. Estudios científicos han demostrado que perdonar reduce el estrés, mejora el bienestar psicológico y fortalece nuestras relaciones interpersonales. Además, el perdón nos libera de la amargura y nos permite vivir en paz y armonía con nosotros mismos y con los demás.

El perdón es un poderoso acto de amor y reconciliación que nos permite experimentar la paz y la liberación, el perdón tiene un poder transformador en nuestras vidas. Cuando perdonamos a aquellos que nos han herido, liberamos el peso del resentimiento y abrimos espacio para el amor y la compasión. El perdón nos libera de la amargura y nos permite sanar nuestras relaciones y vivir en armonía con los demás, el perdón nos permite cimentar nuestra paz y esperanza, nos permite ver a todos con ojos misericordiosos, nos permite reevaluar y animar nuestro camino de hermandad.


4.- Somos corresponsables de la humanidad


La "Corresponsabilidad" significa que, por el simple hecho de ser hombres, somos responsables del cuidado de la vida del otro. Ya en el Genesis 4,9 Dios pidió cuentas a Caín por su hermano, hoy también nos pide cuenta a nosotros, en esa corresponsabilidad al sabernos hijos de un mismo PADRE y hermanos entre sí, somos llamados a preocuparnos y tomar acciones concretas en bien de mi hermano, pero no en un simple acto altruista, sino que también en el cuidado de nuestra casa común, en el cuidado del planeta. Estamos llamados a ser parte activa que, de respuestas a la problemática de la falta de agua, del trato de la basura y la conservación de las especies, las decisiones en nuestro cotidiano vivir marcan nuestro hacer en este momento de la historia. Somos capaces de grandes avances con la energía que nos regala el Universo y hemos demostrado que, cuando percibimos problemas, disponemos de la audacia e inteligencia necesarias para remediar el daño si tenemos la voluntad de hacerlo, focalizando toda nuestra energía hacia el objetivo correcto. Dios mismo envía a su hijo Primogénito por amor a la humanidad, su corazón se conmueve, es pura misericordia, por ello envió a la humanidad sufriente a su hijo para redimir el mundo entero.


5.- Escuchar el grito silencioso del que sufre


El papa Francisco nos anima a no quedarnos indiferentes al grito desesperado del sufriente, sino que como el ciego Bartimeo, dejando de lado la zona de confort y el “manto de la resignación”, confía sus cegueras al Señor y se pone de píe, en camino y en misión, “camina juntos, detrás de Él y con Él”, recoge el grito del mundo y se ensucia las manos para servirlo, llevando “la alegría del Evangelio por las calles del mundo”[1], en la construcción del camino de la paz es fundamental el poder escucha con el corazón el grito desesperado del que sufre, que es un grito en silencio, que se refleja en los ojos, en el alma, es un grito que debe remover todas nuestras entrañas y debe movernos a salir también nosotros de nuestra zona de confort, escuchar el grito de los nuevos Bartimeos hoy, “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”[2] dejar que el Señor cure nuestras cegueras, nuestras flojeras y comodidades, para caminar con Él, para anunciar la alegría del Evangelio, para construir el Reino de Dios.

El Papa nos recuerda “el grito de aquellos que desean descubrir la alegría del Evangelio y de aquellos que, en cambio, se han alejado; el grito silencioso de quienes son indiferentes; el grito de los que sufren, de los pobres, de los marginados; de los niños esclavos, esclavizados en tantas partes del mundo para trabajar; la voz quebrada de quienes no tienen ni siquiera la fuerza de clamar a Dios, porque no tienen voz o porque se han resignado”.[1]


6.- Romper cadenas de injusticias


No sólo podemos conformarnos con la escucha empática ante el dolor, sino que debemos salir de nuestros egoísmos y romper las cadenas que nos atan a la injusticia y desigualdad social, estamos llamados a buscar el cuidado amoroso con el que las primeras comunidades cristianas se trataban, el romper los estereotipos y el odio entre países, culturas y etnias. Rompamos las cadenas de la desesperanza, de la cultura líquida, del hedonismo o búsqueda de placeres que ponen grilletes difíciles de romper, de los excesos actuales, para acercarnos más a la libertad, a la fraternidad y a la VERDAD. Cuando una persona ignora a Dios como Padre que libera a su pueblo de las cadenas de la esclavitud e injusticas, comienza a albergar la idea de que las relaciones con los demás puedan ser gobernadas por una lógica de explotación, donde el más fuerte pretende tener el derecho de abusar del más débil.


7.- Un cambio cultural: todos somos deudores


El papa Francisco, nos pide, “El cambio cultural y estructural para superar esta crisis se realizará cuando finalmente nos reconozcamos todos hijos del Padre y, ante Él, nos confesemos todos deudores, pero también todos necesarios, necesitados unos de otros, según una lógica de responsabilidad compartida y diversificada. Podremos descubrir «definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros»”[3], en este sentido es fundamental el poder descubrirnos hijos de un mismo Dios Padre, es el vivir verdaderamente lo que rezamos en el Padre Nuestro, no es sólo sabernos hijos de Dios sino creer con la convicción de actuar como verdaderos hijos de Dios, nos desafía a edificar nuestras familias, célula de la sociedad, como espacios de amor y paz, espacio donde nazca el cambio de mentalidad necesaria para la transformación del mundo, niños que crezcas llenos de esperanza, de liberad y de amor; esposos que vivan la fidelidad, fraternidad y unión; familias que se saben deudores del amor divino y por ello son signos de entrega y servicio en la comunidad donde viven.


8.- Un corazón desarmado


El desarme del corazón es un gesto que involucra a todos, a los primeros y a los últimos, a los pequeños y a los grandes, a los ricos y a los pobres. A veces, es suficiente algo sencillo, como “unas sonrisas, un gesto de amistad, una mirada fraterna, una escucha sincera, un servicio gratuito”. Con estos pequeños-grandes gestos, nos acercamos a la meta de la paz y la alcanzaremos más rápido; es más, a lo largo dl camino, junto a los hermanos y hermanas reunidos, nos descubriremos ya cambiados respecto a cómo habíamos partido. En efecto, la paz no se alcanza sólo con el final de la guerra, sino con el inicio de un mundo nuevo, un mundo en el que nos descubrimos diferentes, más unidos y más hermanos de los que habíamos imaginado.[4][jd1] 


9.- Un corazón que se sabe amado, sabe amar


Busquemos la verdadera paz, que es dada por Dios a un corazón desarmado: un corazón que no se empecina en calcular lo que es mío y lo que es tuyo; un corazón que disipa el egoísmo en la prontitud de ir al encuentro de los demás; un corazón que no duda en reconocerse deudor respecto a Dios y por eso está dispuesto a perdonar las deudas que oprimen al prójimo; un corazón que supera el desaliento por el futuro con la esperanza de que toda persona es un bien para este mundo.[5], un corazón que sepa amar con el amor que se sabe amado, “la verdadera paz sólo podrá nacer de un corazón desarmado de la angustia y el miedo de la guerra”[6], la construcción de la paz se da desde que deponemos las armas y nos lanzamos a amar verdaderamente como signo de la presencia de Cristo en el rostro del otro.


10.-. Una paz real y duradera


“Queridos míos, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios[jd2] ”. (1 Jn 4:7) [jd3] como nos dice el primer libro de Juan, la paz duradera y real sólo se la construye desde el amor que viene de Dios, es desde ese amor vivido, celebrado y compartido es donde nosotros podemos construir cada día la paz, construyámosla paso a paso, con el saludo de las mañanas, con la sonrisa al desconocido, con le trato amable y cordial al vecino, con oración que nos acerca mas a Dios, con el autoconocimiento y nuestro propio trabajo interior, con la cercanía a Dios, porque “El que no ama no ha conocido a Dios, pues Dios es amor” (1Jn4:8).[jd4] 

Si nos dejamos tocar el corazón por estos cambios necesarios, el Año de gracia del jubileo podrá reabrir la vía de la esperanza para cada uno de nosotros. La esperanza nace de la experiencia de la misericordia de Dios, que es siempre ilimitada[7]

Deseo terminar con una oración que nos comparte el papa Francisco:


Perdona nuestras ofensas, Señor,

como nosotros perdonamos a los que nos ofenden,

y en este círculo de perdón concédenos tu paz,

esa paz que sólo Tú puedes dar

a quien se deja desarmar el corazón,

a quien con esperanza quiere remitir las deudas de los propios hermanos,

a quien sin temor confiesa de ser tu deudor,

a quien no permanece sordo al grito de los más pobres


[1] homilía del Papa Francisco de la Misa de clausura de la segunda sesión de la XVI Asamblea General del Sínodo sobre la Sinodalidad

[2] Lucas 18:38

[3] MENSAJE DE SU SANTIDAD FRANCISCOPARA LA LVIII JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ nro. 8

[4] MENSAJE DE SU SANTIDAD FRANCISCOPARA LA LVIII JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ nro. 14

[5] MENSAJE DE SU SANTIDAD FRANCISCOPARA LA LVIII JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ nro. 13

[6] San Juan XXIII

[7] MENSAJE DE SU SANTIDAD FRANCISCOPARA LA LVIII JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ nro. 9

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